Jesús, que siempre cuida de nosotros y nos acompaña, nos dice que tengamos cuidado y nos cuidemos, que miremos con atención amorosa los signos de cada día.
La invitación de Jesús a velar está preñada de alegría, henchida de esperanza. No nos llama a la angustia ni al miedo, nos invita a esperar. No es hora de dormir: Dios nos espera.
Tiene tiempo y promesas para nosotros. Su amor es más fuerte que nuestros agobios y preocupaciones, su presencia se muestra fiel en nuestras ausencias y olvidos. Esta es la experiencia esperanzada que canta Teresa de Jesús: “Sea bendito por siempre, que tanto me esperó” (V pról 2).
Dios está en adviento constante hacia nosotros. Saber esto nos alienta a una espera vigilante. Saber que Dios viene a nosotros, reaviva nuestro deseo de ir a su encuentro.
El Espíritu nos enseña a vivir en esperanza de Dios. Marana tha: Ven, Señor, Jesús. Viviré en esperanza de Dios.
Cipe
No hay comentarios:
Publicar un comentario