SEGUIDORES DITRAIDOS Y DISPERSOS
Hoy como nunca tenemos acceso a infinidad de fuentes de información. Nuestras listas de libros o artículos por leer se acumulan junto a las de vídeos de YouTube, webinars y tantos otros formatos de contenido que nos interesa, pero al que no llegamos. La línea entre la productiva multitarea y la frustrante procrastinación es cada vez más estrecha.
Me descubro saltando de un email por responder a una llamada importante, de un wasap organizando una reunión de grupo a una persona que se acerca con deseo de hablar; por no decir cuando empiezo en YouTube viendo un vídeo que he buscado y me paso una hora saltando de vídeo en vídeo que no tienen nada que ver con el inicial. Somos afortunados por poder acceder a tanto conocimiento, pero podemos vernos desbordados y muy perdidos si no navegamos ante tanta información con algún tipo de brújula.
El seguimiento tiene mucho de esto, pues comenzamos fascinados por el encuentro con un Jesús que logra responder a esos anhelos profundos que ni siquiera somos capaces de poner en palabras y da sentido a una manera de vivir que nos entusiasma. Y caminamos, nos encontramos con otras personas y hacemos comunidad, pero algo en el camino llama nuestra atención y vamos de una cosa a otra hasta que de repente, nos descubrimos en otro lugar, medio despistados, sin atisbar la espalda ni las huellas de Aquel a quien empezamos a seguir. Como si de ventanas de un navegador se tratara, nos surgen otros proyectos, otros seguimientos que nos atraen y van ocupando nuestra pantalla y nuestro corazón.
¿Cuántas veces al día nos descubrimos dispersos y haciendo algo distinto que lo que se suponía que tenemos que hacer? Igualmente, ¿cuántas veces en la vida nos descubrimos alejados del ideal que abrazamos al enamorarnos del evangelio? El autor de la Carta a los Hebreos nos invita a tener fijos los ojos en el que inició y consumó la fe, en Jesús. No hay más recetas ni trucos. La suerte que tenemos es que, por mucho que nos dispersemos y se nos vaya la mirada y la atención a otras cosas, él está siempre dispuesto a esperarnos para caminar a nuestro lado.
HASTA EL INFINITO Y MÁS ALLÁ
Nuestra vida es la que da ese toque a la publicidad. A todos nos gustaría no tener caspa, triunfar en el trabajo, encontrar a la chica ideal sin esfuerzo o tener unos dientes perfectamente blancos. De hecho querríamos todo a la vez. Pero resulta, lo siento, que la perfección no existe, y lo que es peor aún: pasa con todo. Es que yo nunca seré tan extrovertido como me gustaría, tan divertido, tan profundo y cariñoso como el resto se merecen.
Desde pequeños nos hacen creer que podríamos ser lo que quisiéramos, y yo habría dado lo que fuera por ser perfecto… pero no se puede. La perfección resulta un camino inacabado, como el sistema operativo de un ordenador: puedo tener la última y mejor versión de Windows, pero debo saber que ésta no es la perfecta, que en un tiempo saldrá algo mejor y puedo quedarme atrasado o actualizar. Las mismas dos opciones se presentan en nuestra vida: la del derrotismo que conduce a no llegar a intentarlo, o la de presentar batalla conscientes de que iremos de fracaso en fracaso hasta la victoria final.
Como cristiano la opción es clara: una invitación a la santidad que no que sea una frustración al no llegar, sino un gozo al saber que en el camino estoy con Dios, quien siempre me sueña en mi mejor versión y quien me perdonará, con su amor, las setenta veces siete que caiga. Ojalá un día, en pocos o muchos años, seamos capaces de mirar al Señor con el mismo gozo que sentimos tras conseguir algo por lo que llevamos tiempo trabajando, conscientes de que nunca fuimos perfectos, pero siempre buscamos la mejor versión de nosotros mismos, e incluso por días la alcanzamos.
Si hoy me preguntan qué quiero conseguir, la respuesta es clara: vivir «hasta el infinito y más allá», vivir el regalo de luchar para ser perfecto y reconocerle en mis imperfecciones.
TODO ES GRACIA
MOTIVOS PARA LA ESPERANZA
La cuestión es decidir qué queremos después hacer con el palo y con la calabaza… porque, efectivamente, hay momentos en que la vida se pone realmente cuesta arriba, y no hay forma humana de comprender las situaciones a las que te enfrentas… Momentos en que lo que asoma es la desesperación, o el no comprender, y la falta de fuerzas o ganas.
No hay forma humana. Bien digo. Porque es en esos momentos, cuando se pone en juego toda nuestra fe. Y toca bucear para encontrar el espacio en calma donde poder sentir todo el arropo del abrazo de Dios padre-madre. Una calma y un abrazo que no acaban con el dolor (de las ausencias, de los contratiempos, de los…), pero sí afianzan la certeza de que la vida merece la pena vivirla, y dan la fuerza para acoger cada nuevo día. El Dios en el que creo es un Dios de vivos, un Dios de «anda, levántate…» Eso es lo que hace que, en medio de la adversidad, pueda seguir mirando adelante y avanzar un paso más cada día… Y aunque haya momentos de desasosiego, la esperanza es saber que todo irá encontrando su sitio.
…Yo prefiero comerme la calabaza…
LA DIFICULTAD PARA DAR EL RIMER PASO
Salvado el salto al vacío, todavía nos queda ahora salvar las distancias. El Señor se sitúa tan cerca de nosotros, tanto, que basta un solo paso para alcanzarle. Y una vez alcanzado, se acompasa a nuestro ritmo. La dificultad del primer paso viene muchas veces por adelantarnos a los acontecimientos; entonces el futuro nos abruma y ansía. Sin embargo, el Señor nos pide dar solo el siguiente paso posible; ni uno más, pero tampoco menos. Esa fue la experiencia de la virgen María, a la que el Señor no le pidió de golpe todos los síes de su vida: el primero y esencial vino con la visita del ángel Gabriel, pero después seguirían otros, cada uno a su tiempo, en los que Dios fue capacitándola a cada paso posible hasta llevarla a los pies de la cruz acompañando a su hijo. Como a ella, el Señor nos va exigiendo a poquitos y capacitando siempre, y como ella somos invitados a dar ese primer paso que haga posible que el Señor obre milagros en nosotros.
Hay un dicho que dice que la vuelta al mundo se da con un solo paso, porque después de uno, siempre puedes dar otro. Por eso, no conviene abrumarse por lo mucho que tendremos que andar, por los vericuetos que a veces nos tocará recorrer, o por las cotas que tendremos que alcanzar. Preocupémonos solo de dar el primer paso, el único necesario para ponerse en la senda del Señor, y dejemos los grandes saltos para los más avezados, porque para nosotros un paso más siempre es posible.
CAMINOS HACIA DIOS: LOS CREYENTES
QUE NUNCA TE FALTEN REFERENTES...
La vida, por ser vida, tiene momentos de soledad y miedo. También de fecundidad y alegría. Lo importante es que nunca te falten referentes para volver, pozo para beber y calor de hogar para vivir. Y que además sepas serlo para otros.
DISCÍPULOS DE JESÚS
Jesús va en camino. Así fue su vida pública, en el camino. En el camino y acompañado por mucha gente, como se nos dice en el Evangelio.
Hoy muestra a los seguidores lo que significa ser un discípulo. El seguimiento tiene que ver con decir sí a una llamada. Ser discípulo de Jesús implica una decisión que deja huella en nuestra vida para siempre.
Jesús les habla de la familia, como en diversas ocasiones en el Evangelio. Jesús claro que quería a su familia y la valoraba, pero todos sabemos que si uno no es capaz de salir de detrás de las faldas de su madre o de su padre, nunca se convertirá en una persona madura. Lo que realmente nos da identidad como cristianos no es donde hayamos nacido o la familia de la que venimos, sino el seguimiento de Jesús.
Recordáis cuando a Jesús le anuncian: Tu familia te está buscando. Y el dice, ¿Quién es mi familia? Señalando a sus discípulos, añadió…Aquí tenéis a mi madre y a mis hermanos. Pues mi hermano, mi hermana y mi madre son los que hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Jesús añade algo más. Si sólo pensamos en nosotros mismos y en nuestras cosas, en ganar dinero, en hacer lo que nos apetece, siendo rácanos con Dios y con la vida, lo tenemos complicado para ser discípulos de Jesús.

Jesús va en camino. Así fue su vida pública, en el camino. En el camino y acompañado por mucha gente, como se nos dice en el Evangelio.
Hoy muestra a los seguidores lo que significa ser un discípulo. El seguimiento tiene que ver con decir sí a una llamada. Ser discípulo de Jesús implica una decisión que deja huella en nuestra vida para siempre.
Jesús les habla de la familia, como en diversas ocasiones en el Evangelio. Jesús claro que quería a su familia y la valoraba, pero todos sabemos que si uno no es capaz de salir de detrás de las faldas de su madre o de su padre, nunca se convertirá en una persona madura. Lo que realmente nos da identidad como cristianos no es donde hayamos nacido o la familia de la que venimos, sino el seguimiento de Jesús.
Recordáis cuando a Jesús le anuncian: Tu familia te está buscando. Y el dice, ¿Quién es mi familia? Señalando a sus discípulos, añadió…Aquí tenéis a mi madre y a mis hermanos. Pues mi hermano, mi hermana y mi madre son los que hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Jesús añade algo más. Si sólo pensamos en nosotros mismos y en nuestras cosas, en ganar dinero, en hacer lo que nos apetece, siendo rácanos con Dios y con la vida, lo tenemos complicado para ser discípulos de Jesús.
Pero Jesús en su charla con sus seguidores va más allá. Lo pone más claro y con un lenguaje más fuerte: “Quien no cargue con su cruz, no puede ser mi discípulo”. En la vida hay decisiones que tomar, conflictos que enfrentar, frustraciones que enjugar, riesgos y penas, junto a muchas otras cosas. El seguidor de Jesús sabe que esto existe en la vida y no le da la espalda, sino que los carga y se compromete con ellos. Si no estamos dispuestos a sobrellevar los sufrimientos y desconsuelos por el Reino de Dios, no podemos ser discípulos de Jesús.
Vida Religiosa
ATRAVESAD LA NOCHE
ORACIÓN A LA VIRGEN DE LOS DOLORES
Señora y Madre nuestra: tu estabas serena y fuerte junto a la cruz de Jesús. Ofrecías tu Hijo al Padre para la redención del mundo.
Lo perdías, en cierto sentido, porque El tenía que estar en las cosas del Padre, pero lo ganabas porque se convertía en Redentor del mundo, en el Amigo que da la vida por sus amigos.
María, ¡qué hermoso es escuchar desde la cruz las palabras de Jesús: "Ahí tienes a tu hijo", "ahí tienes a tu Madre".
¡Qué bueno si te recibimos en nuestra casa como Juan! Queremos llevarte siempre a nuestra casa. Nuestra casa es el lugar donde vivimos. Pero nuestra casa es sobre todo el corazón, donde mora la Trinidad Santísima. Amén.
Aciprensa
UN CRISTIANO CONVERTIDO EN PAPA QUE NOS RECUERDA LA ESENCIA DEL EVANGELIO
TODO ES SIGNO DE OTRO
«Todo es signo de Otro. Este sentimiento de las cosas creadas como signo, este sentimiento de la Creación, es la cifra de la religiosidad de san Francisco de Asís. Y por favor, tiremos a la basura esa lectura boba que hace del movimiento franciscano una especie de ecologismo ante naturam. Porque para reducir a Francisco a abanderado de un cierto ecologismo sentimental, hay que haber leído sólo la primera parte del Cántico de las criaturas. En cambio, si se lee integralmente, resulta patente en él el dolor infinito que la vida trae consigo a causa del mal, de la maldad, aunque éstos pueden ser vencidos precisamente por lo que la realidad nos dice que es Dios: Bondad, Belleza, Amor; pueden ser vencidos en la participación y el reconocimiento de la presencia buena del Padre: 'Alabado seas mi Señor, por quienes perdonan por tu amor', hasta aquella afirmación humanamente inconcebible que supone decir 'Alabado seas por nuestra hermana muerte'.»
Franco Nembrini (Dante, el poeta del deseo)
LA AMISTAD REENCONTRADA
Es un clásico. Con la llegada de septiembre comenzamos a luchar contra lo inevitable: la vuelta al cole. Madrugar, ir a clase, los deberes… Hasta a los que ya debiéramos estar más acostumbrados por tener algún septiembre a la espalda ya, se nos hace cuesta arriba. Pero, aunque este mes en el que estamos no sea el más popular, no seamos pesimistas, porque también tiene sus momentos buenos, aunque a veces pasen ante nosotros sin que los advirtamos.
Y uno de esos momentos podemos verlo en el mismo patio del colegio, donde los pequeñajos, esos locos bajitos, los que no tienen redes –o al menos, no deberían– vuelven a encontrarse con sus amigos, de los que no han podido seguir sus andanzas. Y es casi milagroso ver cómo la amistad no ha mermado. No ha transcurrido tiempo entre junio y septiembre. Inmediatamente se ponen a jugar, a compartir, a disfrutar. Sin más preámbulos.
También nosotros podemos estar teniendo esa experiencia. Compañeros de clase, en la facultad o de trabajo, amigos de la ciudad en la que estudiamos o trabajamos, a los que no hemos visto mucho durante el verano, pero que al reencontrarnos con ellos sentimos que no ha pasado el tiempo. Ahí siguen la complicidad, la confianza y el cariño mutuos. No solo alimentados por los recuerdos pasados, sino fortalecidos por el interés en el otro, el saberse cerca a pesar de la distancia. ¿Cómo es posible que, tras meses sin verte con esa persona, sientes que la amistad ha crecido? La amistad tiene esa parte de misterio que no entendemos.
Aprovecha estas semanas para que los reencuentros no sean simples anécdotas, para poder disfrutar de la amistad que se renueva. Y si lo que te toca son despedidas –otro clásico de septiembre–, deja que esos amigos vuelvan a su lugar de estudios, de trabajo, piensa en que los has visto, has estado con ellos, habéis compartido unos días, has visto que los vínculos siguen creciendo... Y que queda menos para la siguiente.
UNA SOCIEDAD ENFERMA