SED MISERICORDIOSOS

EVANGELIO DE SAN JUAN 17, 11B-19

SEGUIDORES DITRAIDOS Y DISPERSOS

Hoy como nunca tenemos acceso a infinidad de fuentes de información. Nuestras listas de libros o artículos por leer se acumulan junto a las de vídeos de YouTube, webinars y tantos otros formatos de contenido que nos interesa, pero al que no llegamos. La línea entre la productiva multitarea y la frustrante procrastinación es cada vez más estrecha.

Me descubro saltando de un email por responder a una llamada importante, de un wasap organizando una reunión de grupo a una persona que se acerca con deseo de hablar; por no decir cuando empiezo en YouTube viendo un vídeo que he buscado y me paso una hora saltando de vídeo en vídeo que no tienen nada que ver con el inicial. Somos afortunados por poder acceder a tanto conocimiento, pero podemos vernos desbordados y muy perdidos si no navegamos ante tanta información con algún tipo de brújula.

El seguimiento tiene mucho de esto, pues comenzamos fascinados por el encuentro con un Jesús que logra responder a esos anhelos profundos que ni siquiera somos capaces de poner en palabras y da sentido a una manera de vivir que nos entusiasma. Y caminamos, nos encontramos con otras personas y hacemos comunidad, pero algo en el camino llama nuestra atención y vamos de una cosa a otra hasta que de repente, nos descubrimos en otro lugar, medio despistados, sin atisbar la espalda ni las huellas de Aquel a quien empezamos a seguir. Como si de ventanas de un navegador se tratara, nos surgen otros proyectos, otros seguimientos que nos atraen y van ocupando nuestra pantalla y nuestro corazón.

¿Cuántas veces al día nos descubrimos dispersos y haciendo algo distinto que lo que se suponía que tenemos que hacer? Igualmente, ¿cuántas veces en la vida nos descubrimos alejados del ideal que abrazamos al enamorarnos del evangelio? El autor de la Carta a los Hebreos nos invita a tener fijos los ojos en el que inició y consumó la fe, en Jesús. No hay más recetas ni trucos. La suerte que tenemos es que, por mucho que nos dispersemos y se nos vaya la mirada y la atención a otras cosas, él está siempre dispuesto a esperarnos para caminar a nuestro lado.

 

FELICES SOMOS

EVANGELIO DE SAN JUAN 16, 29-33

HASTA EL INFINITO Y MÁS ALLÁ

Cada vez que oigo o leo la frase del título, se me viene a la cabeza (supongo que como a muchos) la imagen de aquel guardián espacial de juguete que desconocía su propia realidad. Pero hoy, mirada con otros ojos, va mucho más lejos de lo que nunca imaginamos: esta frase no se refiere al espacio, quizás nunca lo hizo; se refiere a su propio ser, a un inconformismo vital que le haga dirigirse hasta donde nunca creyó llegar para, ya desde ahí, seguir avanzando. Esto es hoy esa frase. Es el magis ignaciano.

Basta con no estar encerrado en casa para ver que desde todos los ángulos de la vida nos bombardean con ideas de plenitud. La publicidad nos crea necesidades no de mejorar, sino de ser perfectos, muestra ídolos que ocultan una cara para mostrar la que interesa. Pero el chico de la sonrisa perfecta también tiene un michelín que no se le va, el del cuerpo 10 es incapaz de salir en una foto sin un ojo más cerrado que el otro y la última actriz de moda no sabe si el mes que viene tendrá trabajo.

Nuestra vida es la que da ese toque a la publicidad. A todos nos gustaría no tener caspa, triunfar en el trabajo, encontrar a la chica ideal sin esfuerzo o tener unos dientes perfectamente blancos. De hecho querríamos todo a la vez. Pero resulta, lo siento, que la perfección no existe, y lo que es peor aún: pasa con todo. Es que yo nunca seré tan extrovertido como me gustaría, tan divertido, tan profundo y cariñoso como el resto se merecen.

Desde pequeños nos hacen creer que podríamos ser lo que quisiéramos, y yo habría dado lo que fuera por ser perfecto… pero no se puede. La perfección resulta un camino inacabado, como el sistema operativo de un ordenador: puedo tener la última y mejor versión de Windows, pero debo saber que ésta no es la perfecta, que en un tiempo saldrá algo mejor y puedo quedarme atrasado o actualizar. Las mismas dos opciones se presentan en nuestra vida: la del derrotismo que conduce a no llegar a intentarlo, o la de presentar batalla conscientes de que iremos de fracaso en fracaso hasta la victoria final.

Como cristiano la opción es clara: una invitación a la santidad que no que sea una frustración al no llegar, sino un gozo al saber que en el camino estoy con Dios, quien siempre me sueña en mi mejor versión y quien me perdonará, con su amor, las setenta veces siete que caiga. Ojalá un día, en pocos o muchos años, seamos capaces de mirar al Señor con el mismo gozo que sentimos tras conseguir algo por lo que llevamos tiempo trabajando, conscientes de que nunca fuimos perfectos, pero siempre buscamos la mejor versión de nosotros mismos, e incluso por días la alcanzamos.

Si hoy me preguntan qué quiero conseguir, la respuesta es clara: vivir «hasta el infinito y más allá», vivir el regalo de luchar para ser perfecto y reconocerle en mis imperfecciones.

 

JUEVES 29 de septiembre 2022, "DERECHO A LA EDUCACIÓN"


 

EVANGELIO DE SAN JUAN 1, 47-51

TODO ES GRACIA

Siempre que se acaba el verano aparecen noticias o reportajes sobre el síndrome postvacacional o consejos para la vuelta a la rutina (como si la rutina y la vida real fueran un suplicio no o algo negativo).
 
A veces siento que estamos llegando a una percepción de la vida parcial donde solo queremos aceptar la parte de nuestra existencia que está llena de momentos alegres, placenteros, sin problemas, sin estrés y preocupaciones.
 
Cada vez más escapamos de lo que nos cuesta, nos exige esfuerzo, de las situaciones que nos generan conflicto, de las responsabilidades, buscando por el contrario acomodarnos en una bola de cristal donde querer controlar todo lo que nos sucede para que nuestra existencia entre en los parámetros de una vida idílica y placentera.
 
Caer en esta trampa es fácil. Todos queremos vivir en las mejores condiciones y circunstancias, pero no debemos dejar de aceptar la vida en su totalidad.
 
En la parábola de la cizaña se nos dice que el trigo y la cizaña nacen de manera simultánea lo que nos sitúa en la dualidad de la vida para descubrir que todo es una unidad: la vida y la muerte, lo bueno y lo malo, lo fácil y lo difícil, la paz y la guerra... y querer vivir sin aceptar esta dualidad es una limitación que nos hará vivir a medias y con una constante frustración.
 
La llamada de un seguidor de Jesús no debe de ser evitar la vida en su totalidad sino encontrarle un sentido para vivirlo desde una actitud creyente que nos ayude a ver la vida llena de cosas maravillosas, de posibilidades, de aciertos, de buenos momentos, pero también nos ayude a aceptar las limitaciones, dificultades y pérdidas como normales.
 
Quizás debemos dedicarle más tiempo a buscar y recordar el motivo y el cómo vivir. Para nosotros el sentido de la vida debe de ser una entrega a Dios y los demás,  favoreciendo en todo amar y servir, evitando juzgar constantemente si cada cosa de nuestra vida es buena o mala, creyendo que Todo es Gracia o en Todo hay Gracia.
 
¡Adelante!

QUE ME HABLE TU SILENCIO

EVANGELIO DE SAN LUCAS 9, 43b-45

MOTIVOS PARA LA ESPERANZA

 

Como cantaba Serrat,
“De vez en cuando la vida // nos gasta una broma // y nos despertamos // sin saber qué pasa // chupando un palo sentados // sobre una calabaza…”

La cuestión es decidir qué queremos después hacer con el palo y con la calabaza… porque, efectivamente, hay momentos en que la vida se pone realmente cuesta arriba, y no hay forma humana de comprender las situaciones a las que te enfrentas… Momentos en que lo que asoma es la desesperación, o el no comprender, y la falta de fuerzas o ganas.

No hay forma humana. Bien digo. Porque es en esos momentos, cuando se pone en juego toda nuestra fe. Y toca bucear para encontrar el espacio en calma donde poder sentir todo el arropo del abrazo de Dios padre-madre. Una calma y un abrazo que no acaban con el dolor (de las ausencias, de los contratiempos, de los…), pero sí afianzan la certeza de que la vida merece la pena vivirla, y dan la fuerza para acoger cada nuevo día. El Dios en el que creo es un Dios de vivos, un Dios de «anda, levántate…» Eso es lo que hace que, en medio de la adversidad, pueda seguir mirando adelante y avanzar un paso más cada día… Y aunque haya momentos de desasosiego, la esperanza es saber que todo irá encontrando su sitio.

…Yo prefiero comerme la calabaza…

ESTO QUE SOY, ESTO TE DOY

EVANGELIO DE SAN LUCAS 9, 19-22

LA DIFICULTAD PARA DAR EL RIMER PASO

Aunque poco tengan que ver el paracaidista austríaco Felix Baumgartner y el atleta estadounidense Jesse Owens, lo cierto es que ambos consiguieron que el planeta contuviese la respiración ante lo extraordinario de sus saltos infinitos. Baumgartner, con aquel salto estratosférico a más de 39 000 metros de altura. Y Owens, atravesando el tiempo y fijando por entonces el récord mundial de salto de longitud en 8,13 metros; una proeza insuperable durante 25 años.

A veces parece que Baumgartner y Owens estén detrás de algunas de las metáforas más recurrentes cuando se trata del seguimiento de Jesús: nos invitan a cerrar los ojos y a dar saltos al vacío como signo de confianza en el Señor, o a coger la carrerilla necesaria para pegar un brinco e ir tras Él. Y así, va calando en nuestro corazón que tal vez eso de ir detrás de Cristo esté reservado a unos pocos valientes, inconscientes saltimbanquis, capaces de realizar grandes proezas áreas. Por lo que acabamos no dando el primer paso y nos apeamos del seguimiento del Señor antes siquiera de comenzarlo. Sin embargo, ir tras Jesús tiene poco de grandes saltos, y mucho menos de los del calibre de Baumgartner y Owens; porque el salto de la fe no es hacia al vacío, sino saltar hacia Jesús. Claro que la fe conlleva incertidumbres y pide grandes dosis de confianza, pero reconociendo que sabemos de quién nos hemos fiado. Cuando Pedro, Santiago, Juan y compañía lo dejaron todo y lo siguieron, desconocían a dónde les iba a conducir todo aquello, pero tenían una seguridad mayor: la de saberse en las mejores manos. A un vacío que es siempre tenebroso, abismal y sin coordenadas, se contrapone un Jesús que es Camino, Verdad y Vida y en el que uno cae siempre de pie. Esa fue también la experiencia del ciego Bartimeo, que tras las huellas de Jesús recobró la vista y todas las cosas se le hicieron nuevas, recordándonos que con los ojos cerrados no se le puede seguir.

Salvado el salto al vacío, todavía nos queda ahora salvar las distancias. El Señor se sitúa tan cerca de nosotros, tanto, que basta un solo paso para alcanzarle. Y una vez alcanzado, se acompasa a nuestro ritmo. La dificultad del primer paso viene muchas veces por adelantarnos a los acontecimientos; entonces el futuro nos abruma y ansía. Sin embargo, el Señor nos pide dar solo el siguiente paso posible; ni uno más, pero tampoco menos. Esa fue la experiencia de la virgen María, a la que el Señor no le pidió de golpe todos los síes de su vida: el primero y esencial vino con la visita del ángel Gabriel, pero después seguirían otros, cada uno a su tiempo, en los que Dios fue capacitándola a cada paso posible hasta llevarla a los pies de la cruz acompañando a su hijo. Como a ella, el Señor nos va exigiendo a poquitos y capacitando siempre, y como ella somos invitados a dar ese primer paso que haga posible que el Señor obre milagros en nosotros.

Hay un dicho que dice que la vuelta al mundo se da con un solo paso, porque después de uno, siempre puedes dar otro. Por eso, no conviene abrumarse por lo mucho que tendremos que andar, por los vericuetos que a veces nos tocará recorrer, o por las cotas que tendremos que alcanzar. Preocupémonos solo de dar el primer paso, el único necesario para ponerse en la senda del Señor, y dejemos los grandes saltos para los más avezados, porque para nosotros un paso más siempre es posible.

 

JUEVES 22 de septiembre de 2022 "SERVIR JUNTOS"


 

EVANGELIO DE SAN LUCAS 9, 7-9

CAMINOS HACIA DIOS: LOS CREYENTES

Cada creyente se parece mucho al dios al cual le ‘reza’. De hecho, a dios-juez, creyente-juez. A dios-castigador, creyente-castigador. A dios-permisivo, creyente laxo. A dios-Ley, creyente legislador. A dios-mágico, creyente iluso. A dios-templo, creyente de sacristía. A dios-sacerdote, creyente clericalista. A dios-sacrificio, creyente negociante. A dios-obsesivo sexual, creyente reprimido. A dios-culposo, creyente culpógeno. A dios-triste, creyente de cara larga. ¡Qué panteón, Dios mío!

Pero qué distinto es un creyente alegre, fecundo, audaz, servidor, orante, amigos de los pobres y humildes, libre de estructuras asfixiantes y cuestionador de la sociedad en favor del bien común. Qué lindo es conocer a un creyente amante de conocer más a su Dios, que no condena los errores ajenos porque reconoce su propia debilidad, que no juzga como dueño de la verdad sino que se declara buscador de ella como todos, capaz de sufrir con el que sufre y gozar desinteresadamente con quien goza, comprometido a amar a todos sin distinción, dispuesto a entregar vida por lo que cree y experimenta en el corazón propio y de su comunidad. ¿Te suena en qué Dios cree alguien así? Sí, el Dios de Jesús.

 

DANOS TU PAZ

EVANGELIO DE SAN LUCAS 8, 4-15

DISCÍPULOS DE JESÚS

Jesús va en camino. Así fue su vida pública, en el camino. En el camino y acompañado por mucha gente, como se nos dice en el Evangelio.

Hoy muestra a los seguidores lo que significa ser un discípulo. El seguimiento tiene que ver con decir sí a una llamada. Ser discípulo de Jesús implica una decisión que deja huella en nuestra vida para siempre.

Jesús les habla de la familia, como en diversas ocasiones en el Evangelio. Jesús claro que quería a su familia y la valoraba, pero todos sabemos que si uno no es capaz de salir de detrás de las faldas de su madre o de su padre, nunca se convertirá en una persona madura. Lo que realmente nos da identidad como cristianos no es donde hayamos nacido o la familia de la que venimos, sino el seguimiento de Jesús.

Recordáis cuando a Jesús le anuncian: Tu familia te está buscando. Y el dice, ¿Quién es mi familia? Señalando a sus discípulos, añadió…Aquí tenéis a mi madre y a mis hermanos. Pues mi hermano, mi hermana y mi madre son los que hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

Jesús añade algo más. Si sólo pensamos en nosotros mismos y en nuestras cosas, en ganar dinero, en hacer lo que nos apetece, siendo rácanos con Dios y con la vida, lo tenemos complicado para ser discípulos de Jesús.

Pero Jesús en su charla con sus seguidores va más allá. Lo pone más claro y con un lenguaje más fuerte: “Quien no cargue con su cruz, no puede ser mi discípulo”. En la vida hay decisiones que tomar, conflictos que enfrentar, frustraciones que enjugar, riesgos y penas, junto a muchas otras cosas. El seguidor de Jesús sabe que esto existe en la vida y no le da la espalda, sino que los carga y se compromete con ellos. Si no estamos dispuestos a sobrellevar los sufrimientos y desconsuelos por el Reino de Dios, no podemos ser discípulos de Jesús.

Jesús va en camino. Así fue su vida pública, en el camino. En el camino y acompañado por mucha gente, como se nos dice en el Evangelio.

Hoy muestra a los seguidores lo que significa ser un discípulo. El seguimiento tiene que ver con decir sí a una llamada. Ser discípulo de Jesús implica una decisión que deja huella en nuestra vida para siempre.

Jesús les habla de la familia, como en diversas ocasiones en el Evangelio. Jesús claro que quería a su familia y la valoraba, pero todos sabemos que si uno no es capaz de salir de detrás de las faldas de su madre o de su padre, nunca se convertirá en una persona madura. Lo que realmente nos da identidad como cristianos no es donde hayamos nacido o la familia de la que venimos, sino el seguimiento de Jesús.

Recordáis cuando a Jesús le anuncian: Tu familia te está buscando. Y el dice, ¿Quién es mi familia? Señalando a sus discípulos, añadió…Aquí tenéis a mi madre y a mis hermanos. Pues mi hermano, mi hermana y mi madre son los que hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

Jesús añade algo más. Si sólo pensamos en nosotros mismos y en nuestras cosas, en ganar dinero, en hacer lo que nos apetece, siendo rácanos con Dios y con la vida, lo tenemos complicado para ser discípulos de Jesús.

Pero Jesús en su charla con sus seguidores va más allá. Lo pone más claro y con un lenguaje más fuerte: “Quien no cargue con su cruz, no puede ser mi discípulo”. En la vida hay decisiones que tomar, conflictos que enfrentar, frustraciones que enjugar, riesgos y penas, junto a muchas otras cosas. El seguidor de Jesús sabe que esto existe en la vida y no le da la espalda, sino que los carga y se compromete con ellos. Si no estamos dispuestos a sobrellevar los sufrimientos y desconsuelos por el Reino de Dios, no podemos ser discípulos de Jesús.

Vida Religiosa

 

SABES QUE TE QUIERO

EVANGELIO DE SAN LUCAS 8, 1-3

ATRAVESAD LA NOCHE

Quédate aquí. Atraviesa la noche.
Deja que brote el llanto, y que las lágrimas
hagan su camino surcando tu rostro.
Nombra que te duele, que te sientes inseguro, y solo.
Balbucea el deseo de que se aparte este trago;
pero entrégate, frágil, a lo que venga, a la realidad, a lo que acontece.
Quédate. Aunque sientas que no hay terreno firme bajo tus pies.
Mantente, atraviesa.
Aunque parezca que no hay final; camina.
Déjate sostener por las miradas
de quienes también padecen y siguen;
por el que te ayuda con el peso que te hace caer;
por Quien te mantiene en la certeza
de que seguirá habiendo suelo al siguiente paso,
aunque no lo veas.
Permanece, no te bajes. Atraviesa.
Yo estoy contigo.

La Vida tiene la última palabra, y un día, tras la piedra,
experimentarás que eres y vives en la LUZ.
Mantente, vulnerabilidad desnuda, extiende tus palmas y CONFÍA...

 

ORACIÓN A LA VIRGEN DE LOS DOLORES

Señora y Madre nuestra: tu estabas serena y fuerte junto a la cruz de Jesús. Ofrecías tu Hijo al Padre para la redención del mundo.

Lo perdías, en cierto sentido, porque El tenía que estar en las cosas del Padre, pero lo ganabas porque se convertía en Redentor del mundo, en el Amigo que da la vida por sus amigos.

María, ¡qué hermoso es escuchar desde la cruz las palabras de Jesús: "Ahí tienes a tu hijo", "ahí tienes a tu Madre".

¡Qué bueno si te recibimos en nuestra casa como Juan! Queremos llevarte siempre a nuestra casa. Nuestra casa es el lugar donde vivimos. Pero nuestra casa es sobre todo el corazón, donde mora la Trinidad Santísima. Amén.

Aciprensa

 

EVANGELIO DE SAN LUCAS 2, 33-35

UN CRISTIANO CONVERTIDO EN PAPA QUE NOS RECUERDA LA ESENCIA DEL EVANGELIO

La beatificación de Juan Pablo I es una invitación a redescubrir la humildad que permite que las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad se traduzcan concretamente en la vida

El 8 de febrero de 1970, en su primera homilía como Patriarca de Venecia en la Basílica de San Marcos, Albino Luciani repitió las palabras que había dicho once años antes a los fieles de Vittorio Veneto cuando se convirtió en su obispo: "Dios, algunas cosas grandes, a veces ama escribirlas no en el bronce o en el mármol, sino en el polvo, de modo que si la escritura permanece, no descompuesta o dispersada por el viento, es evidente que el mérito es totalmente y sólo de Dios. Yo soy el polvo: el cargo de Patriarca y la diócesis de Venecia son las grandes cosas unidas al polvo; si algún bien saldrá de esta unión, está claro que todo será mérito de la misericordia del Señor'. En estas palabras, "soy polvo", está el gran secreto de la vida cristiana que Albino Luciani testimonió a lo largo de su existencia.

La santidad de Juan Pablo I -un cristiano que se convirtió en Papa el 26 de agosto de 1978 y que hoy, 44 años después, se convierte en beato- es la sencilla historia de un hombre que en cada paso de su vida confió en Dios y se encomendó a Él. Y esta confianza prosperó en la conciencia de su propia pequeñez.

"Sin mí no podéis hacer nada", dijo Jesús a sus amigos. "¡Apártate de mí, Satanás!", le ordenó el Nazareno a Pedro, después de que éste le reprochara haber preanunciado su pasión y muerte. Se trata de dos valiosas indicaciones, que Albino siguió durante toda su existencia. La gracia de reconocerse pecador, necesitado de todo; la gracia de no contar con las propias fuerzas, con la propia habilidad, con las propias estrategias, sino con la ayuda y la presencia de ese Otro, han permitido al sacerdote, al obispo y al Papa dar testimonio del rostro de una Iglesia serena y confiada.

Una Iglesia que vive el Evangelio en la vida cotidiana y que no necesita fuegos artificiales para demostrar que existe. Una Iglesia capaz de llevar cercanía, consuelo y esperanza a todos, empezando por los más pequeños, los más pobres, los excluidos y los impresentables

"Por la medida de la humildad conocemos nuestro progreso espiritual", decía San Francisco de Sales, el santo favorito de Luciani. Para él, un hombre de gran cultura y preparación capaz de hablar de forma sencilla y coloquial, haciéndose entender por todos, era así. El reconocimiento de los altares para este hijo de la Iglesia veneciana, ajeno a cualquier protagonismo, que nunca había aspirado a cargos destacados y que, antes de ser elegido casi por unanimidad en el cónclave, meditaba marcharse como misionero a África una vez cumplida la edad canónica de renuncia a Venecia, es un signo de esperanza para todos.

Porque, como ha reiterado la vicepostuladora de la causa de canonización, Stefania Falasca, no es el Papa ni su pontificado lo que hay que beatificar, sino un cristiano que se adhirió al Evangelio con todo su ser, reconociéndose como "polvo". Un cristiano que rezando cada día: 'Señor, tómame como soy y hazme como quieres que sea', se convirtió en el instrumento a través del cual el Dios de la misericordia escribió páginas hermosas y hoy más relevantes que nunca, para la Iglesia y para el mundo.

Religión Digital

EL REINO ES HOY

EVANGELIO DE SAN LUCAS 6, 43-49

TODO ES SIGNO DE OTRO

«Todo es signo de Otro. Este sentimiento de las cosas creadas como signo, este sentimiento de la Creación, es la cifra de la religiosidad de san Francisco de Asís. Y por favor, tiremos a la basura esa lectura boba que hace del movimiento franciscano una especie de ecologismo ante naturamPorque para reducir a Francisco a abanderado de un cierto ecologismo sentimental, hay que haber leído sólo la primera parte del Cántico de las criaturas. En cambio, si se lee integralmente, resulta patente en él el dolor infinito que la vida trae consigo a causa del mal, de la maldad, aunque éstos pueden ser vencidos precisamente por lo que la realidad nos dice que es Dios: Bondad, Belleza, Amor; pueden ser vencidos en la participación y el reconocimiento de la presencia buena del Padre: 'Alabado seas mi Señor, por quienes perdonan por tu amor', hasta aquella afirmación humanamente inconcebible que supone decir 'Alabado seas por nuestra hermana muerte'.»

Franco Nembrini (Dante, el poeta del deseo)

 

VIERNES 9 de junio 2022. "UN DÍA MÁS VENGO A TU PRESENCIA, SEÑOR"


 

EVANGELIO DE SAN MATEO 6, 39-42

LA AMISTAD REENCONTRADA

 Es un clásico. Con la llegada de septiembre comenzamos a luchar contra lo inevitable: la vuelta al cole. Madrugar, ir a clase, los deberes… Hasta a los que ya debiéramos estar más acostumbrados por tener algún septiembre a la espalda ya, se nos hace cuesta arriba. Pero, aunque este mes en el que estamos no sea el más popular, no seamos pesimistas, porque también tiene sus momentos buenos, aunque a veces pasen ante nosotros sin que los advirtamos.

Y uno de esos momentos podemos verlo en el mismo patio del colegio, donde los pequeñajos, esos locos bajitos, los que no tienen redes –o al menos, no deberían– vuelven a encontrarse con sus amigos, de los que no han podido seguir sus andanzas. Y es casi milagroso ver cómo la amistad no ha mermado. No ha transcurrido tiempo entre junio y septiembre. Inmediatamente se ponen a jugar, a compartir, a disfrutar. Sin más preámbulos.

También nosotros podemos estar teniendo esa experiencia. Compañeros de clase, en la facultad o de trabajo, amigos de la ciudad en la que estudiamos o trabajamos, a los que no hemos visto mucho durante el verano, pero que al reencontrarnos con ellos sentimos que no ha pasado el tiempo. Ahí siguen la complicidad, la confianza y el cariño mutuos. No solo alimentados por los recuerdos pasados, sino fortalecidos por el interés en el otro, el saberse cerca a pesar de la distancia. ¿Cómo es posible que, tras meses sin verte con esa persona, sientes que la amistad ha crecido? La amistad tiene esa parte de misterio que no entendemos.

Aprovecha estas semanas para que los reencuentros no sean simples anécdotas, para poder disfrutar de la amistad que se renueva. Y si lo que te toca son despedidas –otro clásico de septiembre–, deja que esos amigos vuelvan a su lugar de estudios, de trabajo, piensa en que los has visto, has estado con ellos, habéis compartido unos días, has visto que los vínculos siguen creciendo... Y que queda menos para la siguiente.

Álvaro Zapata, sj



LA NATIVIDAD DE LA VIRGEN MARÍA


 

EVANGELIO DE SAN MATEO 1,1-16.18-24

UNA SOCIEDAD ENFERMA

Hace pocos días, el diario El País alertaba del aumento considerable de trastornos de la salud mental provocados por la pandemia en España, mostrando cómo la ansiedad y la depresión han aumentado entre cuatro y tres veces cada una. Algo que se complementa con la escalofriante y poco comentada cifra de 3.941 suicidios en España en 2020, que en caliente supone once suicidios al día –o dicho de otro modo, una víctima cada dos horas y cuarto–, de los cuáles un 74,3% son varones y un 25,7% mujeres. Y es que una enfermedad llega y uno no tiene la culpa –ni es un castigo, como alguno que otro se cree–, aunque sí que hay elementos colectivos que pueden ahondar en el problema, estigmatizar a la persona y hacer que ignoremos todo ese sufrimiento.
 
A no ser que uno sea un tanto extraterrestre, es complicado que estos datos no nos extrañen y que no nos duelan. ¿Quién no se ha sentido desesperanzado, impotente o agotado por dentro en este último año y medio? ¿Quién no ha visto a otros llorar, desesperarse o tomar decisiones irracionales que en otro tiempo hubieran sido inverosímiles? Es imposible que el confinamiento, el número tremendo de muertes, el miedo, la incertidumbre, la preocupación por los nuestros, la soledad, la posible pérdida de un empleo y la propia enfermedad no afecten a las personas y desarrollen serias consecuencias psicológicas, espirituales y, por supuesto, físicas. Sin embargo, creo que sería hipócrita ir solo a la superficie, culpar de todo a la pandemia y arreglarlo solo con más psicólogos, psiquiatras y demás recursos que sean necesarios –cuyo esfuerzo, valor y profesionalidad es siempre tan necesario como encomiable, dicho sea de paso–.
 
Puede parecer catastrofista, e incluso aguafiestas, pero podríamos intuir que detrás de las cifras hay algo más profundo y que quizás no se queda solo en lo puramente psicológico, más bien se trataría de una una nueva muestra de la crisis moral que vivimos como sociedad. Algo que cuesta mucho ver y, sobre todo, aceptar. Es insostenible imaginar una ciudadanía sana que reduzca el criterio del bien y del mal y el diálogo al puro vaivén de las emociones y a la rabia de Twitter. Es insostenible soñar un futuro en el que algunos medios, artistas y políticos reducen la cultura y las aspiraciones humanas a Netflix e Instagram, a la ciencia o al puro bienestar. Es insostenible un mundo donde el materialismo y el ateísmo –venga del lado que venga– defienda la vida como un mero agregado de partículas e ignore que el ser humano tiene otras pretensiones como son el sentido, la trascendencia, la familia o la comunidad. Es insostenible hacer avanzar una sociedad que exalta el mercado, idolatra la libertad de cada uno y reivindica a su manera a las minorías –siempre que den votos suficientes– y de paso se olvida del vecino que no tiene trabajo, del adolescente adicto a lo que sea o del anciano olvidado en una residencia.

Probablemente estos problemas seguirán existiendo se tenga en cuenta o no estos aspectos, aunque seguramente habría más herramientas para no llegar a estos espeluznantes datos ni llevar a demasiadas personas al límite. No obstante no podemos hablar de desarrollo o de progreso si olvidamos el desarrollo moral de la sociedad y si obviamos elementos claves como el amor, la justicia, la comunidad, la preocupación por los más pobres, la trascendencia, la muerte, el sentido de la vida y, por supuesto, el bien, la verdad y la belleza. A veces la raíz del problema y propia la solución están muy cerca, otra cosa es que se quiera reconocer.