- ¿Cuál es la experiencia que tenemos y al mismo tiempo cuánta distancia percibimos de estas?
- ¿Estamos atentos a la situación de los descartados en la sociedad actual? ¿Hemos dado algún paso hacia los pobres concretos, para compartir con ellos tiempo, energía, cercanía?
El 29 de noviembre de 1223, Honorio III aprobó finalmente la Regla y después, en menos de un mes, Francisco subió a Greccio para celebrar una Navidad muy especial. Quiere ver con sus propios ojos la pobreza en la que el Señor Jesús quiso nacer y en la que siempre viene a nosotros “bajo una pequeña forma de pan” (Señor II, 27) en la Eucaristía y en la persona de los pobres. Francisco sabe que “Jesucristo [...] se hizo pobre por vosotros” (2Cor 8,9), es decir, pequeño y “menor” por nosotros.
Hacer la verdad en nuestro estilo de vida
A la luz de la Encarnación, la Jornada Mundial de los Pobres nos incita de nuevo a revisar nuestro estilo de vida como hermanos y menores: las Constituciones nos dicen que “En el uso de vestidos y calzado, atiendan los hermanos a la pobreza y humildad, y absténganse de todo aquello que parezca vanidad” (CCGG 48 §2), como lo dice la Regla[1]. Vivir según las apariencias no vale la pena, una vida unificada y verdadera sí.
Las Constituciones añaden: «recordando que la altísima pobreza trae su origen de Cristo y de su pobrecilla Madre, y teniendo presentes las palabras del Evangelio: “Anda, vende todo lo que tienes y repártelo a los pobres”, esfuércense por compartir su suerte con los pobres» (CCGG 8 §2), «y todo esto muéstrenlo claramente en su conducta tanto particular como común, incluso con formas nuevas» (CCGG 8 §3), aprendiendo a compartir los bienes que se nos confían a nuestro uso en beneficio de los pobres (Cf. CCGG 72 §3).
¡La pobreza no es una ideología! Tiene el rostro de los pobres y para nosotros el de los menores: testimonio que en la Orden hay hermanos y fraternidades que se encuentran con los pobres y aprenden a ser menores. Al mismo tiempo, reconocemos con humildad que también estamos lejos de ello, tanto que a menudo nos volvemos irreconocibles como hermanos y menores. A menudo buscamos formas de ser significativos en este tiempo: ciertamente la escucha del Evangelio y el encuentro con el Señor Jesús están en el centro. ¿Cuál es el camino? Una espiritualidad encarnada que nos acompañe a reducir la distancia de los pobres -y cuántos son y cuántos genera hoy el sistema económico e incluso la guerra- nuestros maestros; no tengamos miedo de encontrarnos con ellos y acerquémonos a ellos; escuchémoslos con caridad sincera y respeto, aprendiendo de ellos de buena gana, como de todos (cf. CCGG 93). “Los pobres son personas que nos ayudan a liberarnos de las ataduras de la inquietud y la superficialidad” (Mensaje nº 8). ¿No es esta la experiencia de San Francisco? Del leproso a San Damián.
Me pregunto con vosotros:
- ¿Percibimos una conexión entre el “detenerse” en la contemplación, la oración y luego seguir adelante, caminando en el testimonio de Cristo?
- ¿Podemos “hacer muchas cosas” por los pobres y defender sus derechos, sin doblarnos las mangas e involucrarnos directamente con ellos como menores, superar la indiferencia hacia los pobres y cuestionarnos cómo vivimos? (Cf Mensaje n°8)
- ¿Podemos intentar revisar los estilos de vida que ahora damos por descontados o inevitables debido a las supuestas necesidades de diversa índole y que nos hacen “más grandes” en lugar de “menores”? ¿Nos medimos por el nivel de vida de la gente donde vivimos, especialmente en esta época de crisis económica generalizada? ¿Cómo podemos vigilar conjuntamente el estilo de nuestros edificios, los vehículos que utilizamos, la facilidad de acceso a ciertos bienes y garantías, la pretensión que a menudo hay entre nosotros de que no falte nada, los empleados de nuestras casas, el trabajo -no sólo pastoral- de todos los hermanos como medio ordinario de subsistencia?
- ¿Qué relación tenemos con el dinero? ¿Nos deslumbra? ¿Dependemos de ello? ¿Nos lo quedamos para nosotros? ¿Buscamos aun aprender y a fiarnos a la Providencia y a restituir los bienes a los pobres?
Le entrego con ilusión estas preguntas, que siento que van dirigidas en primer lugar a mí y sé que no son fáciles. No se trata de un examen para responder. Es una memoria de nuestra forma de vida, es una palabra para sacudirnos de una resignada relajación y pereza, es una llamada a la belleza de nuestra vida que, estoy seguro, al menos una vez nos ha capturado y encendido a cada uno de nosotros. Pues bien, todavía es posible, incluso en este tiempo, vivir como hermanos y menores, ¡Atrevámonos a más!
Un gesto de minoridad
Como el año pasado, pido a cada uno, al menos con otro hermano o más de uno, hacer un gesto de minoridad, de entrega a la Providencia, de servicio y de compartir con los pobres. Será la mejor preparación para el Centenario de la Regla y de la Navidad en Greccio. Pidamos juntos, con incesante invocación al Espíritu del Señor, ministro general de la Orden, que sople con fuerza para reavivar hoy entre nosotros la llama del carisma, todavía asidos por Cristo, tocados por la vida de muchos, capaces de cuidado común entre nosotros los hermanos. Quien quiera, puede compartirme por favor el gesto realizado por escrito (mingen@ofm.org). Será un testimonio, una circulación de bienes que daré a conocer.
Queridos hermanos, hagámonos dignos de la bendición de los pequeños y de los humildes y de menores nos convertiremos a su vez en una bendición para muchos. Santa María, la Madre pobre de nuestra fraternidad, nos guarde fieles a la escucha del Evangelio y que san Francisco nos acompañe en este camino.
Con mi fraterno y afectuoso saludo
.Fr. Massimo Fusarelli OFM. Ministro General y siervo
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