LA PUERTA ESTRECHA

LA IMPORTANCIA DE LO DIGITAL

El otro día salía de mis clases de ética filosófica a los seminaristas y me puse a hablar con uno de los profesores que andaba por allí sobre todo el mundo digital y lo apasionante que era investigar sobre él y sobre las implicaciones pastorales que traía consigo. Y que ahora iba a ponerme a investigar el metaverso: un nuevo mundo completamente virgen al Evangelio.
 
El buen hombre, a su entender, me dijo que eso era una tontería y que no servía para nada. Que la única pastoral que había que hacer era estar con la gente, con ese «resto santo» que aún quedaba en las parroquias para que fueran ellos fermento en medio del mundo. Su razonamiento era: «hace años se decía que había que evangelizar a los jóvenes e íbamos a las discotecas a intentar hacerlo. ¿Y de qué ha servido? De nada».
 
Evidentemente me eché las manos a la cabeza. Entiendo su manera de razonar y entiendo los miedos que se les pueda plantear a muchos sacerdotes y encargados de pastoral a la hora de enfrentarse ante un nuevo reto: evangelizar en las redes. Entiendo que es algo difícil de asumir y de realizar. Pero entiendo que la dificultad y el desconocimiento no nos puede atenazar, dejando de lado a un mundo que está ahí y que necesita de nuestra presencia.
 
El Evangelio se tiene que encarnar en la cultura, igual que ha hecho en otras épocas históricas. Y no podemos perder este tren, aunque sea un tren rapidísimo y continuamente cambiante. Le decía yo a este buen profesor: ¿qué hubiera sido de la teología de los santos padres si no hubieran intentado encarnar el evangelio a la cultura de su tiempo? ¿Qué hubiera sido de san Agustín sin la filosofía platónica? ¿O de santo Tomás sin Aristóteles? Lo que no está en las redes no existe. Y si no estamos en las redes, el Evangelio no existirá para un vasto mundo de personas. Vivimos en una cultura digital y el Evangelio se tiene que digitalizar, haciéndose cercano a muchísima gente, mediante una pastoral que evangelice desde ese mundo y con los conceptos y estilos de ese mundo, pero siempre con el acento característico cristiano.
 
Si no entendemos esta nueva realidad y si no comprendemos que nos tenemos que hacer presentes en ella, estamos siendo infieles al mandato del Señor de ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio. Así que ánimo: ¡¡echemos las redes en el mundo digital!!

 

EVANGELIO DE SAN MARCOS 4, 35-41

MI AMOR PRIMERO

¿No te ha ocurrido que muchas veces no te aguantas ni a ti mismo? También en la oración y en la vida espiritual. Con frecuencia andamos ofuscados, irascibles, nos cansamos. Sentimos que todo nos agota o nos genera apatía. Nuestra vida interior anda demasiado agitada y desordenada, como embotada, nos deja fríos y no obtiene ni paz ni fruto. No nos encontramos con nosotros mismos y es difícil encontrarse con Dios o, mucho menos, llevar ese encuentro a los demás, que acaban siendo el blanco de nuestra frustración.

Y no sabemos realmente que nos pasa. Nos invaden los agobios, las prisas, la saturación, las relaciones, los proyectos, los planes, los compromisos, las expectativas. Y corremos el riesgo de seguir penetrando en un callejón sin salida. Es en esos casos cuando más aún hay que volver al amor primero, a mi principio y fundamento (mi por qué y mi para). La rutina nos ha ido alejando de ese amor primero, de ese punto de encuentro íntimo en el que Dios ya nos ha habitado y siempre tiene algo que decir personalmente para cada uno. En el que recordamos como nos dice Yo te amo y Yo cuento contigo, Yo me he hecho hombre por ti.

Cuando refrescamos eso y nos situamos ahí, nuestra vida interior vuelve a ordenarse y resetearse, la brújula se reorienta y vemos con claridad la dirección adecuada. Es un movimiento de descentramiento que nos saca de nosotros mismos, de nuestro ensimismamiento agobiante, para dirigir la mirada a un Dios que tiene una palabra que decir para nosotros de manera concreta y personal, en nuestra realidad cotidiana, y que lo manifiesta, de manera tangible y para que no nos sea difícil de comprender, en el rostro de tantas personas. Ese amor primero puede dibujarse en cualquier persona, en cualquier rostro, tu pareja, un amigo, alguien de paso, quien menos te lo esperas o la persona que tiene más cerca. Y a partir de esto las constantes de nuestra relación con Dios, de nuestro corazón, se van reequilibrando porque apuntan a donde tienen que apuntar. No hacia nosotros mismos, sino hacia ese Dios que nos abre a los demás y es ahí donde nos sitúa, y es ahí donde nos llena. Y es ahí donde nuestra vida se hace plena y tiene sentido, si es vivida desde nuestro amor primero, desde nuestro principio y fundamento. Más allá de agobios, más allá de dudas.

“Porque donde está tu tesoro, está también tu corazón” (Mt 6,21). Y empezamos a encontrarnos y sobrellevarnos, y empezamos a comprender.

 

EVANGELIO DE SAN JUAN 5, 1-3a. 5-16

NO TENEMOS TIEMPO, SOMOS TIEMPO

Como bien dijo el primer día un profesor de universidad los hombres siempre vamos con prisa a todos lados y nunca tenemos tiempo. No sé cuántas veces a lo largo de la semana podemos llegar a decir no tengo tiempo. ¿Quedamos a tomar un café? No tengo tiempo, pero a ver cuándo quedamos. ¿Podría ir a verte ahora? Mira ahora no tengo tiempo, pero llámame luego para ver cómo estoy de libre; o mejor, ya te llamo yo cuando esté libre.

Y la pregunta que me surge es ¿desde cuándo el hombre ha tenido el tiempo en sus manos? ¿Desde cuándo somos capaces de manejar el tiempo? El tiempo no lo tenemos, es lo que somos, pues cuando no somos, ya no hay tiempo que valga pues estaremos en el infinito. Nuestro ser habrá dejado de ser para pasar al infinito. Nuestro ser finito deja el tiempo para pasar a lo eterno.

Somos tiempo y, creo que por muchos avances tecnológicos y de pensamiento que se produzcan en la historia, eso no cambiará. Es lo más valioso de nosotros. Es el mayor regalo que nos podemos hacer unos a otros: nuestro tiempo. Solemos regalarnos en fechas importantes, en momentos bonitos o para arreglar mal entendidos objetos que compramos en tiendas. Pero ¿no será mejor regalo una hora de nuestra vida con el otro? ¿No es sino el encuentro con un amigo el mejor regalo? ¿No sucede que el tiempo con otro es luz en la noche?

Nos cuesta más organizarnos la semana dejando horas libres para pasarlo con lo demás, que llenar la agenda de mil y una tareas que pueden ser muy importantes, pero que nos gastan por dentro. Organizamos encuentros semanales, encuentros mensuales, o trimestrales e incluso anuales con familiares y amigos porque nos parecen importantes, pero en nuestra vida cotidiana nos cuesta sentarnos junto a otro y escuchar. Porque esa es otra, si nos juntamos para vernos nos gusta más hablar y que se nos oiga, que escuchar y esperar. Cuando Jesucristo nos dijo que cuando dos o más se reúnen en su nombre él está en medio de nosotros, ¿no sería una llamada a vivir desde los encuentros con los otros? Cuando nos dijo que al rezar entrásemos en nuestro cuarto, ¿no sería para que en ese encuentro no nos distrajésemos con otras «cosas importantes»? Gastemos la vida en ese encuentro sagrado que es tu amigo, que es tu familia, que es tu compañero de enfrente, que es el Otro.

 Nubar Hamparzoumian, sj

 

HOY MISMO PUEDES COMENZAR


 

SUBLIME GRACIA

LOS MEJORES AMIGOS

Hace bastantes años, siendo un poco más inexperto en esto de la complejidad de las relaciones humanas, vivía con culpabilidad la acusación que alguna vez alguien me hacía de ser más amigo de unas personas que de otras. Yo, según esa acusación, expresada con amable contundencia y despiadada inhumanidad, debía sentir lo mismo por todo el mundo, y llevar una escrupulosa contabilidad afectiva, para no hacer diferencias «que eran incompatibles con una verdadera comunidad cristiana». Entonces aquello me hacía dudar. Esa idealización de las relaciones humanas, ese balance emotivo, esa exigencia de frialdad (pues eso era, al fin y al cabo)… me generaba desazón y me hacía dudar sobre si estaba tratando bien a la gente.

A lo largo de los años he vuelto a encontrar periódicamente esa misma mitificación de las relaciones. Quien exige siempre trae un plan B por si pones objeciones. «No, por supuesto que puedes tener amigos, pero no aquí, no ahora, no en la parroquia, o en el colegio, o en el ámbito en que trabajas (para no mezclar)» y de nuevo la insidiosa sospecha, porque ¿cómo vas a cuidar de todos si hay diferencias? (De poco sirve que expliques entonces que los vínculos surgen donde uno gasta la vida).

Hoy tengo muy claro que la amistad para mí es algo innegociable, y no se construye a base de encajar piezas de un puzzle para que todo esté perfectamente colocado. La amistad es una necesidad profunda, humana, y real (y si es importante en toda vida, no te cuento en la vida de los célibes). No se programa, no se diseña, y no se fuerza. Surge (o no) precisamente allá donde hay encuentro, contacto, convivencia o proyectos comunes. Y como tanto en las relaciones humanas tiene algo de imprevisto, de incontrolable, de gratuito.

Evidentemente, has de intentar tratar a todo el mundo con justicia. Pero no puedes ser amigo de todo el mundo. ¿A quién no le ha ocurrido, que con algunas personas te brota mantener cierta distancia desde el minuto uno (y a veces ni siquiera sabes por qué, pues las afinidades son así de extrañas)? Del mismo modo, tampoco puedes pretender gustar o caer bien a toda la gente. Si el propio Jesús habla de amar a amigos y enemigos, es muy consciente de que no todos los vínculos son fáciles o amables.

Lo que sí puedes es respetar a todos. No hacer diferencias injustas basadas en el afecto. Puedes tratar de querer a todos (aunque evidentemente no llamarías a todo el mundo para compartir una herida, una alegría o un mal rato). Y compartir distintos ámbitos de la vida con distintas personas. Pero, por supuesto, haciendo de la amistad una categoría real, no una mistificación irreal.

José María Rodríguez Olaizola, sj

 

REPARA EN MÍ, SEÑOR...

Señor, repara en mí lo que está roto. Ilumina lo que en mí se ha vuelto oscuro. Revive en mí la paz que a veces pierdo.
 

CANCIÓN DE UNIDAD

HOY INICIA LA SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS 2023

Al concluir el rezo del Ángelus este domingo 16 de enero, el Papa Francisco invitó a sumarse a la próxima Semana de Oración por la unidad de los cristianos y a ofrecer “nuestros cansancios y sufrimientos por la unidad de los cristianos”.

Ante numerosos fieles reunidos en la Plaza San Pedro para el tradicional rezo dominical de la oración mariana, el Santo Padre recordó que del 18 al 25 de enero se llevará a cabo la Semana de Oración por la unidad de los cristianos “que este año se propone reflejar la experiencia de los Reyes Magos, que vinieron de Oriente a Belén para honrar al Rey Mesías”.

“También nosotros cristianos, en la diversidad de nuestras confesiones y tradiciones, somos peregrinos en camino hacia la plena unidad, y nos acercamos a la meta cuanto más mantenemos la mirada fija en Jesús, nuestro único Señor”, indicó el Papa.

Por ello, el Santo Padre sugirió que durante esta Semana de Oración ofrecer “nuestros cansancios y sufrimientos por la unidad de los cristianos”.

En el hemisferio norte del mundo la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos se lleva a cabo del 18 al 25 de enero.

La iniciativa es promovida y organizada por el Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos y el consejo ecuménico de las Iglesias.

 Aciprensa

ME HAS SEDUCIDO, SEÑOR

EVANGELIO DE SAN MARCOA 2, 13-17

APÓSTOL

Vamos, amigo,
no te calles ni te achantes,
que has de brillar
como fuego nocturno,
como faro en la tormenta,
con luz
que nace en la hoguera de Dios.
Vamos, amigo,
no te rindas ni te pares,
que hay quien espera,
anhelante, que compartas
lo que Otro te ha regalado.
¿Aún no has descubierto
que eres rico para darte a manos llenas?
¿Aún no has caído en la cuenta
de la semilla que, en ti,
crece pujante
fértil, poderosa,
y dará frutos de vida y evangelio?
Vamos, amigo.
Ama a todos
con amor único y diferente,
déjate en el anuncio
la voz y las fuerzas,
ríe
con la risa contagiosa
de las personas felices,
llora las lágrimas
valientes del que afronta la intemperie
Hasta el último día,
hasta la última gota,
hasta el último verso.
En nombre de Aquel
que pasó por el mundo
amando primero.

José María Rodríguez Olaizola, sj





HACERSE ESCUCHA

«Aquí estoy, Señor, como un grano de arena en el de­sierto.
Aquí estoy, Señor, a pie descalzo en tu espera.
Aquí estoy, Señor, con el corazón abierto a la escucha.
Aquí estoy, Señor, buscando paz en tu respuesta.

Quiero estarme junto a ti, sentado a tus pies,
sin pensar ni buscar, sensible al que llega.
Quiero hacer escucha de mi corazón aturdido.
Quiero estarme en gratuidad contigo, aquí y ahora.
Quiero unificar mi ser y ser en tu ser.

Aquí estoy, Señor, lleno de ruidos. Quiero silencio
para escuchar tu Palabra desde el corazón que anhela
volver de nuevo al origen, al paraíso,
y al caer la tarde, encontrarse con tu presencia»

(Salmos de Emilio Mazariegos)

Este salmo recitado despacio y con tranquilidad nos pone en serena actitud de escucha, en acogida confiada de Dios, siempre novedad que intenta sanar. Nos adentra en una de las actitudes fundamentales de la oración: LA ESCUCHA.

La escucha encierra sus propios secretos para aquel que sabe desnudarse en ella. La escucha auténtica tiene mucho que ver con la ausencia de dominio, con dejar al otro que sea en libertad. Existe una palabra clave en una buena escucha: la EMPATÍA, la capacidad para ponerse en lugar del otro, para recibir al otro tal como es, entendiéndole en sus raíces, no superficialmente.

No es nada fácil encontrar personas que escuchen de verdad. Oímos muchos sonidos, muchas palabras, pero una escucha de cora­zón abierto es más infrecuente.

La escucha supone estar abiertos, no acallar nada. Empezar, como dice el salmo por escuchar mi corazón aturdido y dolorido… recibir los sonidos que nacen de mis adentros, sin esquivarlos.

Para que pueda darse una escucha lo más plena posible el hombre ha de deshollinar sus capacidades receptivas, ha de prepa­rar el terreno:
Reconciliación…

Para escuchar hay que estar reconciliados. Hay heridas del pasado que siguen sangrando y que nos tienen dolidos sin poder estar enteros atentos al presente. Es necesario ir sanando los recuerdos, ir «purificando la memoria», en expresión de San Juan de la Cruz. La reconciliación con el presente procede del perdón recibido y otorgado, olvido y comienzo, aceptación de sí mismo y de las circunstancias que no se pueden cambiar. La escucha, efectivamente, procede de estar lo más enteros posible en el hoy. Reconciliación de nuestra dispersión, disgregación. La incapaci­dad para escuchar es la incapacidad para mirar. Es incapacidad para ser enamorados. Sólo centrados podemos ser enamorados, cogidos en el centro mismo del amor.

Este centro del cual estamos frecuentemente extrañados, huidos:

Oh, llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma, en el más profundo centro…

La escucha, por tanto, depende de estar ahí, tú, entero, con escucha exterior e interior.

Por eso el sufrimiento es una fuente privilegiada de sabidu­ría en todas las religiones, porque suele traernos a la concien­cia presente. Grandes místicos como San Juan de la Cruz afirman que la Noche es ocasión excepcional para que sea escuchada la Palabra. Los momentos de mayor abatimiento, desmoronamiento, cuando entre ruinas o cenizas lamentamos lo perdido, Dios nos encuentra allí con la confianza vuelta a la virginidad. La Noche es la ocasión de Dios, su oportunidad… entonces su Palabra nos alcanza humildes.
Descalzarse…

Escuchar supone descalzarse, no querer dominar. No apropiar­se o poseer. Renunciar a la posesión y a la conquista. La escucha más pura se da en la desnudez. No atrapar ni poner nombre o etiquetar lo que nos llega, pretendiendo conocerlo.

Mucha escucha ilegítima procede de domesticar, neutralizar, atrapar. Por eso, Santa Teresa insiste siempre en la humildad como primera virtud para acercarse a Dios. Humildad es estar despiertos en la verdad de nuestra precariedad y limitación habitada de belleza.

El deseo de domesticar lo real a nuestro favor, de traer las aguas a mi molino, afecta a la oración no dejando que la interpe­la­ción de la Palabra mancille nuestros oídos y llegue a herirnos removiendo nuestros fingimientos. En toda Palabra de Dios existe siempre un dinamismo que nos desnuda y nos trae a nuestra origi­nal verdad. Por eso nos duele y renueva si la escucha­mos. Volver a escuchar es volver a ser niños. Retornar a esa actitud básica tan bella que es la ADMIRACION, la capacidad de asombro… prime­ra virtud necesaria para que nos llegue el evan­gelio en todo su inapresable caudal sorpresivo y desconcertante.

Los satisfechos y prepotentes están sordos y su posada permanecerá ocupada. Por ellos pasa de largo el Dios de lo senci­llo. La saciedad nos hace atrincherarnos en nuestra insegura seguridad y nos aleja de nuestra vocación de peregrinos, a la intemperie, sensibles a todo viento, ligeros de equipaje… también ligeros de seguridades teológicas en las que acoplar ver­dades incómodas.

La escucha, si es entera, si es humilde, se deja estremecer, tambalear, desconcertar… La condición para ser ganados, seduci­dos otra vez por su Palabra es estar perdidos a todo para ganar­nos al Todo. Léase aquel bello momento del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz:

«Que andando enamorada
me hice perdidiza
y fui ganada»

Descalzarse es señal de respeto, el suelo que pisas no te pertenece y encierra el misterio, no sólo el terreno de Dios, sino el mismo ámbito humano. También ante el misterio del hombre hay que descalzarse en actitud de respeto, y ante la polifonía de lo creado.

Con esta actitud se nos invita a superar prejuicios en nuestra escucha, no prever. Dejar a Dios ser Dios y dejar que el otro sea siempre una sorpresa. Permitir que cada realidad me hable su propio lenguaje. Eso es tener oídos para la escucha.

Miguel Márquez, ocd.

EVANGELIO DE SAN MARCOS 1, 40-45

NO PODEMOS... ¿PODEMOS?

Hoy escuchaba una entrevista en la radio de una mujer que había sufrido malos tratos, un relato tan duro y estremecedor, como enriquecedor en su capacidad de sobreponerse a tal barbarie. En la charla compartía una idea muy sencilla pero muy inspiradora: a veces nos centramos en lo que no podemos y nos olvidamos de lo que podemos. Si somos sinceros, a veces dedicamos muchos momentos a fijarnos en las limitaciones y dificultades de muchas situaciones del día a día y poco a poco vamos limitando los podemos que están en nuestra mano.

Es cierto que quizás no podemos solucionar el mundo, evitar muchas injusticias, mejorar muchas situaciones del día a día... pero seguro que en medio de todas estas situaciones hay algún podemos que esté en nuestras manos, algo tan sencillo como una palabra, un gesto, un silencio, una llamada, una sonrisa, un abrazo, un rato de conversación, un agradecimiento, una mirada cómplice, un wasap, un café…

Tampoco Jesús fue capaz de solucionar todas los problemas que se presentaron en su día a día, pero nunca se centró en lo que no podía, sino que su mirada siempre fue la de quien quiere ser fiel a su misión y al Padre, y así pudo centrarse en lo que podía: anunciar, ayudar, sanar, denunciar, acoger y así salvar.

Y yo, y tú, y nosotros ¿qué podemos...?

Agus Couto Picos




LUNES 9 de enero de 2023 EL TIEMPO SE HA CUMPLIDO. VENID CONMIGO!!!


 

Pescadores


Pescaremos alguna que otra decepción, unos cuantos berrinches y muchas noches en vela. Pescaremos un constipado, de noche, y una insolación, de día. 
En la red recogeremos lágrimas vertidas, vestigio de tantos sueños rotos. 
Se nos enredará la pesca con restos de algún naufragio. 
Y aun así, seguiremos. 
Nadie dijo que fuera fácil, pero merece la pena el esfuerzo, porque en la labor diaria también nos haremos con pesca abundante que ha de llenar muchos estómagos. 
Alzaremos la red cargada de preguntas que indican que estamos muy vivos. 
Volcaremos la carga en la cubierta de los días, y descubriremos, en ella, anhelos, sueños, risas, memorias, proyectos. 
Somos pescadores de hombres, exploradores de fronteras, aventureros de evangelio, compañeros de fatigas alrededor de una mesa. 
Y amigos del Amigo que nos convoca para reponer las fuerzas, y nos envía, de nuevo, a la brega.
 (José María Rodríguez Olaizola)

 

TAMBIÉN DESDE LA CRUZ