EL MIRAR DE DIOS ES AMAR

  • Quisiera mirar con tu mirada, Señor. Como miraste a la Samaritana, la mujer de la sed que te pidió que le dieras de beber el agua viva. Como miraste a la mujer adultera, la que encontraste en el suelo y tú levantaste con una mirada limpia, creadora, sin condena. Como miraste a Pedro después que te negó, estrenando de nuevo la llamada que un día le hiciste en Cafarnaúm, cuando pescaba en la barca de su padre.
  • Quisiera mirar con tu mirada, Señor. Como miraste a los pecadores y a los enfermos, dándoles gratuitamente una dignidad que nunca habían saboreado. Como miraste al joven rico, al que invitaste a estrenar una nueva manera de vivir, siguiéndote en la fascinante aventura del Reino. Como miraste al ciego de nacimiento, con una ternura y un deseo de luz que traspasó las fronteras de la ceguera. Como miraste a los leprosos, cuando con tus ojos y manos tocaste su carne herida y despreciada y los pusiste en el centro de tu compasión.  
  • Danos el regalo de que nuestros ojos se parezcan a los tuyos. Cuando tú nos miras, pones en nosotros ojos nuevos, ojos que empiezan a parecerse a los tuyos. «Te pareces a mí, porque yo te miro. Te pareces a mí, porque yo te amo. Me parezco a ti, porque yo te miro. Me parezco a ti, Jesús, porque yo te amo.  

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