
Vamos
a detenernos hoy en la mirada de Jesús. Nos sentimos mirados por El. “Mira que
te mira”, se decía muchas veces Santa Teresa. “Mira que te mira”, nos dice a
nosotros. Deja las prisas, los agobios, los problemas del día. Serénate. Este
rato es un tiempo que te dedicas a ti misma, a ti mismo. “Mira que te mira”,
Jesús. Nosotros nos olvidamos de mirarle, pero Él siempre nos mira, nos ama con
infinita ternura. Respira profundamente. Llama al Espíritu Santo, que es el
aire que llena tu interioridad. Siéntete en comunión preparándote para la
fiesta de la Pascua.
Hay
miradas que expresan ternura, atención, cariño hacia los demás. Hay miradas que
revelan ausencia o indiferencia. Algunos ojos reflejan una ironía que paraliza;
otros, una alegría que estimula. Hay miradas que hielan, y también las hay que
fascinan. Ojos desorbitados por la ira, y ojos que expresan desprecio o una
superioridad despectiva. Hay miradas limpias, luminosas; las hay turbias y
causan turbación sobre quienes se fijan.
Jesús hizo una lectura de toda la debilidad
humana y la expresó con la belleza inaudita de las bienaventuranzas.
¿Y la vida de fe, esperanza y amor? ¿Qué otra
cosa hace un creyente sino ver la vida del revés?
¿Cómo
es tu forma de mirar?
¿Cómo es tu mirada por
dentro?
“Solo se bien con el corazón”
(Principito). Aprender a mirar con la luz que el Espíritu pone en tu interior.
Atrévete a mirar a los demás como Jesús, para que tu mirada los deje vestidos
de hermosura. Abre los ojos y mira con el corazón.
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