Hch 8,26-40
Jn 6,44-51
Jesús les dijo: “Nadie puede venir a mí si no lo
trae el Padre, que me ha enviado; y yo lo resucitaré el día último. En los
libros de los profetas se dice: ‘Dios instruirá a todos.’ Así que todos los que
escuchan al Padre y aprenden de él vienen a mí. No es que alguien haya visto al
Padre. El único que ha visto al Padre es el que ha venido de Dios. Os aseguro
que quien cree tiene vida eterna. Yo soy el pan que da vida. Vuestros
antepasados comieron el maná en el desierto, y sin embargo murieron; pero yo
hablo del pan que baja del cielo para que quien coma de él no muera. Yo soy el
pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.
El pan que yo daré es mi propio cuerpo. Lo daré por la vida del mundo”.
Preparación:
El desierto es la
tierra del despojo. Y de la más profunda verdad del ser humano. El desierto fue
para el pueblo de Israel el lugar del encuentro con su Dios. El pan que entrega
el Señor es fuente de vida.
Lectura: La primera
lectura evoca la misión evangelizadora de Felipe. Su fe es contagiosa y atrae a
un viajero ilustre que regresa de su peregrinación a Jerusalén. En el evangelio
se recoge la reacción de los judíos ante la revelación de Jesús como el pan bajado del cielo. “¿Cómo
dice que ha bajado del cielo?” Como las gentes de Nazaret, los judíos no pueden
reconocer como venido del cielo a un hombre cuyos orígenes terrenos creen
conocer. Jesús no parece extrañarse por esa desconfianza. Conoce bien de dónde
brota. No se la reprocha, pero marca el camino recto para llegar a él.
Meditación: El texto
evangélico pone en boca de Jesús una frase negativa y otra positiva, en las que
se contraponen el “nadie” y el “todos”: • “Nadie puede venir a mí si no lo trae
el Padre que me ha enviado”. Es imposible llegar a reconocer y aceptar por las
propias fuerzas el mesianismo de Jesús. Venir a Jesús es la clave y el sentido
de la fe cristiana. • “Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende,
viene a mí”. Escuchar humildemente al Padre celestial y dejarse guiar por su
voluntad: ése es el requisito y la condición para venir a Jesús.
Oración: Señor Jesús,
te reconocemos como el Mesías enviado por el Padre. Que el don de la fe nos
ayude a buscarte y encontrarte. Y que tu pan nos mantenga en la vida sin fin
que brota de ti. Amén.
Contemplación: De
nuevo contemplamos a Jesús en la sinagoga de Cafarnaún. Él se presenta a sí
mismo como el pan de la vida: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el
que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne,
para la vida del mundo”. • “Yo soy el
pan vivo que ha bajado del cielo”. Jesús es el nuevo maná que el Padre ha
entregado al pueblo de la nueva alianza. Gracias a él puede sostenerse en
su peregrinación. • “El que coma
de este pan vivirá para siempre”. Los que se alimentaron del maná pudieron
satisfacer su hambre, pero al fin murieron. En cambio, quien se alimenta del
pan del Señor vive para siempre. • “El pan que yo daré es mi carne, para la
vida del mundo”. El pan que Jesús ofrece a su pueblo es su propia carne, es
decir su propia vida. Él se entrega por su pueblo y por todo el mundo.
Acción:
Hoy nos preguntamos si, al celebrar la eucaristía, somos conscientes
de recibir como alimento la carne de Cristo, su vida y el espíritu que nos hace
vivir de su vida.
José-Román Flecha Andrés
No hay comentarios:
Publicar un comentario