Aprender a vivir sin instalarse es una virtud fundamental, como muestra el protagonista de La Casa en cubitos (Tsumiki no ie), un cortometraje animado japonés creado por Kunio Katō que le valió el Premio Cristal del Festival Internacional de Películas Animadas de Annecy en 2008 y un Premio Oscar al mejor cortometraje animado en 2009.
La película trata de un anciano solitario que vive en una ciudad cubierta por el agua. Como el agua sube, se ve obligado a añadir niveles adicionales a su casa con ladrillos (los cubos) a fin de permanecer seco y no ahogarse por la subida del agua. Un día se cae su pipa favorita por una trampilla…
“Al igual que el anciano, también el hombre es peregrino en esta vida, anhelamos una estabilidad que no podemos alcanzar en la tierra; sin embargo, intuimos que nuestro corazón tiende a ella”, destaca Mauricio Artieda en su comentario.
Otra lección del corto: “Los ideales chatos producen edificios que se agotan antes de tiempo, los ideales amplios, frutos del amor y de la donación personal, producen edificios que logran perdurar en el tiempo, o al agua”. Sigue leyendo.
Artículo publicado originalmente por Catholic-Link sources: Catholic Link
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