DESPERTÁNDONOS LA ESPERANZA

No hablaste de un Dios de muertos, sino de vivos. Tampoco del Dios de unos pocos elegidos, sino del Padre común, con la puerta abierta a todos. ¿El Dios de los perfectos? Lo desmontaste acariciando a los intocables, comiendo con los pecadores, perdonando a los que otros ya daban por condenados. Mostraste una lógica diferente. Al que quería sobresalir, le invitaste a servir. Eso sí es sobresaliente. Al que quería tenerlo todo, le llamaste a darlo todo. Volviste la primera piedra contra quien se sentía puro, y la dejó caer al suelo. Y así sigues, Señor, descolocándonos, rompiéndonos las certezas. Despertándonos la esperanza. Encendiendo una vida distinta en nuestras pequeñas muertes. Llamándonos a tu eternidad diferente, que se trenza en el amor.


(Inspirado en Mc 12, 18-27, por Rezandovoy )

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