Francisco ha estado hoy en Amatrice. Según acaba de confirma la Sala Stampa, el Papa llegó a la ciudad, epicentro del terremoto que devastó hace unas semanas el centro de Italia, pocos minutos después de las nueve de la mañana. Como adelantó RD, Bergoglio quiso llegar a la zona sin avisar, sin convocatoria, sin presencia de políticos ni autoridades: quería visitar a los hombres, mujeres y niños que sufren la devastación.
Francisco llegó en un Volkswaggen negro con los cristales tintados hasta la localidad. Acompañado por Domenico Giani y por el obispo de Rieti, monseñor Domenico Pompili, en estos momentos el Papa se encuentra en los barracones que sustituyen temporalmente la escuela, que quedó totalmente derruida tras el seísmo. Allí le esperaban niños y jóvenes que se han abrazado y han besado a Francisco. "Gracias por estar aquí", ha sido el grito unánime.
"Sentidme cerca, rezo por vosotros. Cercanía y oración, solo esto", acertó a decir el Papa, emocionado como todos los asistentes al encuentro. Especialmente emotivo fue el encuentro con un hombre que había perdido a su mujer y a sus dos hijos durante el seísmo, y que se aferró a las manos del Papa como a un madero en mitad de la tormenta. Resulta imposible tratar de definir los sentimientos de ese hombre al encontrarse con el sucesor de Pedro.
"He estado esperando para venir, porque no quiero molestar, sentía la necesidad de estar cerca de vosotros. Os ofrezco la cercanía de la oración. Siempre hay un futuro. ¡Hay tantos seres queridos que nos han dejado! Oremos por ellos, esperemos siempre con confianza. Cercanía y oración, esta es mi ofrenda a vosotros. Para que el Señor os bendiga a todos vosotros y la Virgen os cuide en este momento de tristeza y dolor y de prueba. Vayan adelante, siempre hay futuro, hay tantos seres queridos que nos han dejado. Han caído aquí, pidamos a la Virgen por ellos, lo hacemos todos juntos", subrayó el Pontífice, quien rezó con las víctimas un Ave María, antes de depositar una corona de flores y orar en la denominada "zona roja".
En pocos minutos llega a los campamentos donde, dos meses después, continúan viviendo muchas personas que lo han perdido todo. Con ellas reza, llora, abraza y acompaña. Después en la zona roja, reza, en silencio, en una imagen que inevitablemente recuerda al recogimiento que Bergoglio tuvo en Auschwitz. Finalmente, acudirá a Accumoli y Arquata del Tronto, otra de la zonas afectadas.
Durante el vuelo de vuelta de Bakú, Bergoglio ya había adelantado que le gustaría viajar a Amatrice de forma privada, "como sacerdote, como obispo, como Papa, pero solo. Quiero estar cerca de la gente". Y, a fe, que este "papa de las sorpresas" ha vuelto a conseguirlo.
La visita coincide con la festividad de San Francisco de Asís, onomástica del Papa, que ha querido hacer coincidir su llegada con la fiesta del "poverello", el que quiso vivir pobre entre los pobres. Posiblemente en una maniobra de despiste, Francisco señaló durante el vuelo que la visita tendría lugar "tal vez el primer domingo de Adviento".
Tras la visita, y antes de regresar a Roma, el Papa acudió por sorpresa a la residencia San Rafael, de Borbona, en Rietti, que acoge a enfermos no válidos o asistidos a domicilio, especialmente ancianos. Bergoglio ha repartido allí abrazos, caricias y confesiones. Y, finalmente, se ha quedado a almorzar con ellos.
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