Con corazón agradecido recordamos hoy el nacimiento de nuestra M Fundadora, María Ana Mogas Fontcuberta, en Corró del Vall, actual ciudad de Granollers (Barcelona), vino al mundo, el 13 de enero de 1827, siendo la tercera hija del matrimonio Lorenzo Mogas y Magdalena Fontcuberta. Formaban un hogar profundamente cristiano.
Las fuentes documentales de sus primeros años son escasas y no nos permiten conocer los detalles que desearíamos. Sabemos que la primera formación la recibió de sus padres, junto con el testimonio de sus vivencias religiosas y caritativas que la iniciaron en las virtudes teologales y morales.
Mujer de profunda oración, pronto descubre que sólo Dios colma y llena el vacío que experimenta, y El se hace luz en su camino y la conduce por sendas insospechadas a lo largo de su vida sin escatimar el AMOR Y EL SACRIFICIO.
A María Ana, no se le facilitan las cosas. Con serenidad y seguridad en la llamada que Dios le hace, toma la decisión, después de orar y dialogar con el P. Tous, le dice: "Vete, María Ana, te llaman para fundar".
La caridad fue el faro que iluminó su vida y todos cuantos la trataron descubrieron que de su oración y contemplación del Dios Amor, se derramaba en ella la suavidad y dulzura de una madre que atendía a todos, sin distinción, que tenía sensibilidad especial y un trato delicado para dar preferencia a los más necesitados de bienes espirituales o materiales.
Llegado el momento supremo de su partida al Padre, agotada físicamente por la enfermedad que padeció durante los 8 últimos años de su vida, la M. Mogas, con la seguridad del deber cumplido como educadora y pedagoga del carisma recibido, dicta su testamento que es cuidadosamente recogido y transmitido por las hermanas allí presentes:
"Hijas Mías: amaos como yo os he amado, sufríos como yo os he sufrido. Caridad, caridad verdadera, Amor y Sacrificio".
Es el 3 de julio de 1886, en la villa de Fuencarral (Madrid), cuando a las 12 del mediodía, Dios nuestro Señor, hace realidad su deseo tantas veces expresado en oración jaculatoria:
"¿Cuándo te veré, Dios mío. Cuándo?.
Su testimonio de caridad, -Amor y Sacrificio- fueron las virtudes que la condujeron al gran día del solemne reconocimiento por la Iglesia: SU BEATIFICACIÓN, EL 6 DE OCTUBRE del AÑO DEL SEÑOR, 1996.
Las fuentes documentales de sus primeros años son escasas y no nos permiten conocer los detalles que desearíamos. Sabemos que la primera formación la recibió de sus padres, junto con el testimonio de sus vivencias religiosas y caritativas que la iniciaron en las virtudes teologales y morales.
Mujer de profunda oración, pronto descubre que sólo Dios colma y llena el vacío que experimenta, y El se hace luz en su camino y la conduce por sendas insospechadas a lo largo de su vida sin escatimar el AMOR Y EL SACRIFICIO.
A María Ana, no se le facilitan las cosas. Con serenidad y seguridad en la llamada que Dios le hace, toma la decisión, después de orar y dialogar con el P. Tous, le dice: "Vete, María Ana, te llaman para fundar".
La caridad fue el faro que iluminó su vida y todos cuantos la trataron descubrieron que de su oración y contemplación del Dios Amor, se derramaba en ella la suavidad y dulzura de una madre que atendía a todos, sin distinción, que tenía sensibilidad especial y un trato delicado para dar preferencia a los más necesitados de bienes espirituales o materiales.
Llegado el momento supremo de su partida al Padre, agotada físicamente por la enfermedad que padeció durante los 8 últimos años de su vida, la M. Mogas, con la seguridad del deber cumplido como educadora y pedagoga del carisma recibido, dicta su testamento que es cuidadosamente recogido y transmitido por las hermanas allí presentes:
"Hijas Mías: amaos como yo os he amado, sufríos como yo os he sufrido. Caridad, caridad verdadera, Amor y Sacrificio".
Es el 3 de julio de 1886, en la villa de Fuencarral (Madrid), cuando a las 12 del mediodía, Dios nuestro Señor, hace realidad su deseo tantas veces expresado en oración jaculatoria:
"¿Cuándo te veré, Dios mío. Cuándo?.
Su testimonio de caridad, -Amor y Sacrificio- fueron las virtudes que la condujeron al gran día del solemne reconocimiento por la Iglesia: SU BEATIFICACIÓN, EL 6 DE OCTUBRE del AÑO DEL SEÑOR, 1996.
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