LA ORACIÓN ES BUEN LUGAR PARA ENCONTRAR PAZ Y SOSIEGO


MARÍA, NOS ACOMPAÑA


TODO LO HACES NUEVO

BIENAVENTURADOS SERÉIS...

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Con las bienaventuranzas Jesús nos propone un camino para encontrar la felicidad que deseamos. Hoy Jesús nos señala para ello, el camino de la justicia, una necesidad tan vital como la de satisfacer el hambre y la sed: “Felices quienes tienen hambre y sed de ser justos, Dios los saciará”. Pero ¿cómo es la justicia de Dios que puede saciar la felicidad? ¿La que dimana de la ley? Jesús se refiere a la justicia de Dios, una actitud opuesta frontalmente a la justicia humana, ya que no es que quien la hace la paga. Dios no actúa así. Dios actúa en la historia humana, pero siempre a partir del amor, y respetando la libertad de las personas, nunca obligando o amenazando. Ahora bien, no podemos olvidar que ya en el AT Dios se nos revela como un Dios que no soporta y se opone frontalmente a las injusticias de los poderosos con los pobres, las viudas, los huérfanos, los extranjeros, los amos sobre los obreros, los gobernantes sobre los súbditos. 
¿Como unir estas dos realidades en un solo Dios? La única manera que tenemos para saber cómo el amor de Dios actúa en el corazón de la historia humana contra la injustica, es mirando a Jesús. Él es la imagen del Padre, y este rostro cambia toda nuestra escala de valores. Su justicia no será más vista como acusadora sino liberadora, no será de castigo sino de transformación, y por eso también subversiva para los poderes de este mundo, y tal vez también para nuestra manera de pensar. 
El amor, la justicia y la paz de Dios se abren camino en el corazón de muchos hombres y mujeres que saben encontrar la felicidad en la auténtica justicia, no la del ojo por ojo, y diente por diente, sino en la de perdonar 70 veces 7, porque saben que Jesús no ha venido a llamar a los justos sino a los pecadores. Esta es la única justicia que hace feliz a Dios: la de transformar y dar nuevas oportunidades.

Consuelo Ferrús

EVANGELIO DE SAN JUAN 7, 40-53

DIOS ES NUESTRO REFUGIO

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“Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro. Por eso no tememos aunque tiemble la tierra, y los montes se desplomen en el mar.” Salmo 45

Manos Creyentes

TIEMPO DE CONFIAR EN DIOS


REZANDO VOY, SJ. Día 27 de marzo 2020


¿VÍCTIMA O TESTIGO DEL CORONAVIRUS?


Me piden que escriba unas letras sobre cómo estoy viviendo este tiempo de aislamiento. El haber sido tocado por esto del Coronavirus y haber visto sus garras primero en casa y luego en el hospital, sin hacerme sentir diferente a nadie, me convierte un poco en víctima y otro poco en testigo, como muchos otros. Creo que el aprendizaje está en ir del primero al segundo.
Víctima, como tanta y tanta gente que a mi alrededor lo padece y lo sufre. Con esa incertidumbre de ver los síntomas aparecer y darme cuenta de que nada me calma, de que nada alivian esos remedios de paracetamol, ibuprofeno, nolotil, y tantos otros calmantes. ¡Qué desesperación llegué a sentir con esa maldita fiebre que no se me iba!
Víctima, porque me sentí esquizofrénicamente desinformado de lo que realmente me pasaba. Pues los números oficiales de teléfono a los que llamaba, nunca me cogían, o los médicos me lo negaban todo en los pasos previos al ingreso, quédate en casa, me decían, será una gripe, será un cuadro viral, bueno, te vamos a hacer unas pruebas y te vuelves a casa… Cuando por otro lado, los medios me inundaban de información con los síntomas, y día a día en mi domicilio comprobaba que eran los que yo tenía. ¡Llegué a no entender nada!
Víctima también de verme de repente marcado y señalado, como alguien al que hay que aislar inmediatamente y del que hay que prevenirse, del que hay que avisar urgentemente que lo tengo, para que todos aquellos con los que estuve en contacto se pusieran rápidamente en cuarentena. Lo que me hizo ver el rostro más amargo de esta pandemia: estoy contagiado y condenado a estar solo, apartado. Todavía resuena en mi cabeza el grito de una enfermera diciéndole a otra que se disponía a entrar en mi habitación: ¡En la 325 no entres por nada del mundo! Cuántas habitaciones y domicilios tienen esa marca y se les habla y mete la comida desde la puerta, o se les llama por teléfono una miserable vez al día desde los centros médicos, para poco a poco dejarles morir, como a Pepi, la sacristana de nuestra parroquia.
Pero esta vivencia de víctima, que tal vez es la primera, tiene que ir dejando paso a otra, la de testigo, y ésta, al menos en mi caso, está siendo la vivencia más profunda y más fecunda, en lo que puedo alcanzar a ver.
Testigo de ver como la debilidad me roza, se instala en mi vida o me llega a invadir: es muy duro vivirse ahí, durante minutos, horas, días que se hacen eternos… Pero a la vez es muy fecundo, porque toco el humus y la tierra de eso que soy realmente, un ser terrenal, finito, fragmentado…Muy lejos de ese endiosamiento y centro en el que me gusta vivir, y por el que me afano cada día desde mi pericia personal o profesional. Qué bueno que este dichoso virus nos esté a todos haciéndonos sentir débiles, a los especialistas, a los políticos, a los profesionales de la salud, a los familiares, y cómo no, a los enfermos. Qué oportunidad está siendo para aprender a adorar y dar gracias por el misterio de fragilidad y vulnerabilidad que envuelve esta aventura de mi vida.
Testigo de ver como tantas y tantas personas desde diferentes puestos hacen todo lo que pueden. Se cuenta como Van Eyck y algunos otros pintores flamencos firmaban sus cuadros con una misma frase que decía: «como mejor puedo». Y esa es la firma que todos estamos poniendo en esta cuarentena. Me gustaría estar mejor de lo que muchas veces me descubro, vivir mejor este difícil momento, sentirme más útil desde lo que voy haciendo o querría hacer… Todos estamos lejos o muy por debajo de eso por lo que tanto se nos mide en las empresas y trabajos: nuestro rendimiento profesional. Pero quién nos ha metido eso en la cabeza. Lo que la vida me pide en ésta y en cualquier otra circunstancia es que haga «como mejor pueda». Y me ha sido y es tan hermoso verlo en los cuidados de la gente de la comunidad en la que vivo y que tan cariñosamente me atienden en el aislamiento; como en Raúl, el médico que durante esos cinco días que estuve en casa me llamaba por la mañana, por la tarde y por la noche, como en todo el equipo del hospital de Asisa en Moncloa donde estuve ingresado cinco días, como en toda esa corriente de mensajes de ánimo y oración que he recibido y recibo por el teléfono, como en la sociedad entera que lo único que puede hacer es quedarse en casa y aplaudir agradecidamente todos los días a las 20 h. Qué gran aprendizaje éste de todos sentirnos más torpes, menos eficaces, haciendo solo “como mejor podemos”.
Testigo, finalmente, de lo incondicional. No tengo dudas de que esta pandemia me está obligando en todos estos días a mirar de frente a ese acontecimiento al que siempre intento esquivar: la muerte. Lo veo en las cifras que cada día se van multiplicando y que ya no son cifras, sino rostros e historias de personas que quiero, cercanas a la familia, al barrio en el que vivo, al trabajo, a la parroquia de la que formo parte, a todos los ámbitos de la sociedad… En mis días de hospitalización, las cuatro noches me despertaban los gritos del paciente de la habitación de al lado, al cual con oxígeno y todo le venían ataques de tos que intentaban ahogarle… y yo al lado rezaba. Mi madre, que también me llamaba cada día dos veces, el martes 17 me contaba cómo el domingo 15, cuando los puse por el Whassap familiar que me llevaban al hospital, dice que le dijo a mi hermano con el que vive que la acompañara a la iglesia a rezar. Yo, sin dejarla terminar, le pregunté: ¿no le habrás pedido a Dios que me cure sí o sí? Y ella, con su fe de 84 largos años me dijo, “no hijo, cómo se te ocurre que voy a pedirle eso a Dios, si no somos nada”. Solo le dije que te curaras “si conviene”. “Y lo que luego le supliqué todo el tiempo es que donde tú fueras, que me llevara allí, contigo. Que solo junto a ti querría estar, fuera donde fuera”. En esa hora, solo acerté a llorar. Pero estos días volviendo a ella, siento que ahí empezó mi mejoría. Allí dentro de mí, donde hasta entonces solo existían el virus y la soledad que le acompañaba, de repente sentí que más adentro incluso, y saltándose todos los protocolos, se había metido el amor incondicional de mi madre.
Qué bueno, que esta pandemia nos esté poniendo cerca de lo incondicional de la vida que es la muerte, pero que es también el amor. Y que cuando acertamos a expresarlo, como mi madre conmigo, estoy seguro que se revelará más fuerte y entrará más adentro que el mismo virus, hasta arrancarnos de él. Así que no dejemos de gastar en teléfono para gritar a todos los que se sienten solos y enfermos que no lo están, que hay algo más fuerte que es el amor que les tenemos.
Seve Lázaro, sj

EVANGELIO DE SAN JUAN 7,1-2.10.25- 30

EL AMOR DE DIOS ES GRANDE


Tenemos a Dios que nos espera al final de la cuarentena, como nos espera en las fiestas pascuales. Esta espera se hace corta, si el amor es grande.

J Católicos

"YO SOY LA LUZ DEL MUNDO"

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Entre las tinieblas mortíferas del #COVIDー19, surgen las pequeñas luces que da la fe en Dios; la solidaridad responsable de tantos colectivos españoles que nos hablan de cómo “la unidad prevalece sobre el conflicto”.Animo, el Amor es la Luz en esta pandemia.

Juan del Río

JUNTOS EMPRENDEREMOS EL VUELO



REZANDO VOY, SJ, Día 26 de marzo 2020


QUIERO VOLVER MI CORAZÓN A TI

MARGARITA COSE MASCARILLA


Margarita se despertó un día de esta semana y se asustó. "Mamá, ya no se puede salir. Estamos confinados en casa por el estado de alarma. Por el coronavirus", le dijo su hija Ina, que vive con ella.
Ina es uno de los siete hijos de Margarita Gil Baro, ya anciana, nacida un 4 de diciembre de 1935 en Jerez de la Frontera (Cádiz). Margarita tiene 84 años. Ha visto y ve las noticias, y está al tanto de la labor titánica que se está llevando a cabo en los hospitales de toda España. Sabe que ella misma pertenece al grupo de riesgo. Y sobre todo es consciente de que hay gente que se debate entre la vida y la muerte, y que hay gente que está muriendo por un enemigo que no se ve. Y sabe que hacen falta mascarillas. Muchas.
Por eso, desde este viernes, y con los cuatro metros de tela blanca forrada de algodón que tenía en casa, está cosiendo mascarillas para donarlas a los sanitarios que las necesitan. Este sábado de una tacada fabricó 50. Blancas. Simétricas, cosidas a máquina con sus cuatro tiras incluidas para atarlas. Perfectas, pero por lo que simbolizan y por la historia que Margarita, sin saberlo, ha cosido a cada una de ellas.
El Mundo

EVANGELIO DE SAN JUAN 5,31-47

REDESCUBRIR LA IMPORTANCIA DE LA FAMILIA


Mons. José Antonio Eguren, afirmó que la actual emergencia del coronavirus es una buena oportunidad para redescubrir la importancia de la familia y precisó que la pandemia no se origina en Dios.
Así lo indicó el Prelado en su carta pastoral titulada “Señor Jesús, ten misericordia de nosotros”, en la que ofrece algunas reflexiones ante la epidemia del coronavirus que obliga, de acuerdo a lo decretado por el Gobierno , a que los ciudadanos se queden en casa.
“Este aislamiento social obligatorio que nos pide quedarnos en nuestros hogares, es una oportunidad valiosa para redescubrir el don de nuestra familia y su valor insustituible en la vida de la sociedad, porque sin familia no hay futuro, más aún el futuro de la humanidad pasa necesariamente a través de ella que es la célula primera y vital de la sociedad”, escribió el Arzobispo.
Tras alentar la oración en familia por todos los afectados por el coronavirus, el Arzobispo recordó que los padres son los primeros educadores y catequistas de sus hijos.
En este sentido, dijo, pueden explicarles “por ejemplo que Dios no es el origen de esta pandemia sino el pecado original; que Dios es un Padre providente que no abandona nunca a sus hijos y que es capaz de sacar mucho bien del mal; que el Cielo es nuestra verdadera Patria y destino”.
“Pienso en la oportunidad que tienen los padres de educar a sus hijos en la caridad, en el sentido de la solidaridad, el servicio, la renuncia y el sacrificio, frente a una sociedad hedonista y consumista que los arrastra al individualismo egoísta”, continuó.
“Pienso en la extraordinaria oportunidad que ofrecen estos días para tomar conciencia de las obligaciones y funciones de cada cual en el hogar para la buena marcha de la casa, y para tener un uso ordenado de la televisión, la internet y las redes sociales, privilegiando por encima de ellas las relaciones interpersonales”.
Aciprensa

DIOS ES UN DIOS DE VIVOS

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Jesús no permanece indiferente al sufrimiento de los hombres, ante la verdad del dolor humano, ante la súplica sincera, ante la muerte... Responde y transforma. Es un Dios de vivos, quiere la Vida. Pidamos con fe. 

BNdiaria

FRONTERAS???


MIÉRCOLES, 25 DE MARZO DE 2020 "EL ESPÍRITU SANTO ESTÁ SOBRE TÍ"


VOLVEREMOS...

ORACION



Jesucristo, sanador de todo, acompáñanos en estos tiempos de incertidumbre y pena.

Acompaña aquellos que han muerto por causa del virus. Que estén descansando a tu lado en tu paz eterna.

Acompaña las familias de quienes están enfermos o que han muerto. En medio de sus preocupaciones y penas, líbrales de enfermedad y desesperación. Permíteles sentir tu paz.

Acompaña los doctores, enfermeras, investigadores y todos los profesionales médicos que andan en búsqueda de sanar y ayudar a los afectados, y que corren riesgos en el proceso. Permíteles sentir tu protección y paz.

Acompaña los líderes de todas las naciones. Dales la visión para actuar con amor, y un verdadero interés en el bienestar de la gente que deben de servir. Dales la sabiduría para poder invertir en soluciones de largo plazo que ayudarán a la preparación o prevención de futuros brotes. Permíteles conocer tu paz en esta tierra, mientras juntos trabajan para lograrlo.

Ya estemos en nuestras casas o en el extranjero, rodeados de muchos o de unos pocos que sufren de esta enfermedad, Jesucristo, acompáñanos mientras soportamos y lamentamos, persistimos y nos preparamos. Sustituye nuestra ansiedad por tu paz.

Jesucristo, sánanos.


NIÑA CON EL MUNDO EN EL ALMA


SILENCIO ACOMPAÑADO

FRAGILIDAD


MARTES, 24 DE MARZO DE 2020 "TOMA TU CAMILLA Y ECHA A ANDAR"


SIEMPRE A LA ALTURA, RAFA. GRACIAS

ME QUEDO EN CASA, SEÑOR


Compartimos esta oración de Monseñor Giuseppe Giudice, obispo de Nocera Inferiore

¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y caigo en la cuenta de que, también esto,
me lo enseñaste Tú viviendo, obediente al Padre,
durante treinta años en la casa de Nazaret 
esperando la gran misión.
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y en la carpintería de José, tu custodio y el mío, 
aprendo a trabajar, a obedecer,
para lijar las asperezas de mi vida
y preparar una obra de arte para Ti.
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y sé que no estoy solo
porque María, como cada madre,
está ahí detrás haciendo las tareas de casa
y preparando la comida para nosotros,
todos familia de Dios.
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y responsablemente lo hago por mi bien,
por la salud de mi ciudad, de mis seres queridos,
y por el bien de mi hermano, 
el que Tú has puesto a mi lado 
pidiéndome que vele por él en el jardín de la vida.
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y, en el silencio de Nazaret, trato de orar, de leer,
de estudiar, de meditar, y ser útil con pequeños trabajos 
para hacer más bella y acogedora nuestra casa.
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y por la mañana Te doy gracias por el nuevo día que me concedes, 
tratando de no estropearlo, de acogerlo con asombro
como un regalo y una sorpresa de Pascua.
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y si al atardecer me atenaza un poco de melancolía,
te invocaré como los discípulos de Emaús:
Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y en la noche, en comunión orante con tantos enfermos y personas solas,
esperaré la aurora para volver a cantar tu misericordia
y decir a todos que, en las tempestades, Tú eres mi refugio.
¡Yo me quedo en casa, Señor!
Y no me siento solo ni abandonado,
porque Tú me dijiste: Yo estoy con vosotros todos los días.
Sí, y sobre todo en estos días de desamparo, Señor,
en los que, si mi presencia no es necesaria,
alcanzaré a todos con las únicas alas de la plegaria.
Amén.



ES LA CUESTIÓN


RESPONSABILIDAD