PERMANECER EN CRISTO EXIGE LA COMUNIÓN CON LOS DEMÁS


  “Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia” (cf. Jn 15, 5-9), son las palabras de Jesús a sus discípulos elegidas como el lema de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. 

Permanecer en Cristo es una actitud interna. Necesita espacio para crecer. A veces las necesidades inmediatas, las distracciones, el ruido, la actividad y los desafíos de la vida obstruyen su desarrollo.

Permanecer en el amor es reconciliarse con uno mismo. Volver al corazón, a escuchar al que me dice “Tú eres mi hijo amado”. Y a partir de allí, dejar que Él sane mi vida, ponga bálsamo en las heridas, devuelva unidad a mi corazón dividido, a mis vínculos con otras personas y con toda la creación.

A partir de allí, crear comunión. En mi entorno, en mi familia, en la comunidad, en los ámbitos donde se desenvuelve mi vida… Ser puente para el encuentro con Cristo, y también para encuentros entre hermanos. Porque permanecer en Cristo, estar en comunión con Él, exige la comunión con los demás.

¿Cuál es el camino para sanar la herida de división? El amor. Solo el amor. La verdad es una: Cristo. Origen y meta.

Es el camino del corazón: de asumir lo diferente, de apreciar la riqueza de lo diverso, la real posibilidad de convivir, de alabar a Dios desde la complementariedad de expresiones, de formas, ritos, intentos de poner en palabra humana y acercarnos al misterio.

En la experiencia de Palau, la Iglesia se define a sí misma: “Yo soy los prójimos unidos entre sí por amor bajo Cristo, mi Cabeza; y cuando estás con ellos estás conmigo y yo en ti.” (MR 7,1) Resalta el amor como vínculo de la unidad y, cuando este amor se encarna en gestos concretos, la íntima unidad de la Iglesia con el sujeto y con todos los prójimos. La entrega al otro que tengo a mi lado es el modo de unirme a Cristo. Es como crece la comunión. Es estar enraizado en Cristo como puedo dar frutos de amor: solidaridad con el último, ternura, gestos pequeños, acercamiento…

El octavario no deja de ser recordatorio e invitación a que, con nuestra plegaria y nuestros gestos, vayamos haciendo visible y palpable este misterio de comunión. Sanando las rupturas debidas a las limitaciones humanas. Que el deseo del Corazón de Jesús se haga realidad. Daréis fruto: amor son obras.

h. Elzbieta Strach, cmt

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