EVANGELIO DE SAN MATEO 14, 1-12

EL ASOMBRO NECESARIO

 «Nos hemos equivocado. Tenemos que cambiar de forma de vida para que sea posible vivir según el criterio opuesto: que aquello que es bueno para el mundo será también bueno para nosotros. Y eso exige que hagamos el esfuerzo de conocer el mundo y aprender lo que es bueno para él. Debemos aprender a cooperar con sus procesos y a someternos a sus límites. Y aún más importante, debemos aprender a reconocer que la creación está preñada de misterio, que nunca llegaremos a entenderla por completo. Dejar a un lado la arrogancia y abrirnos al asombro. Recuperar la noción de majestad a la hora de observar la creación y la capacidad de venerar su existencia. No me cabe ninguna duda de que sólo mediante la humildad y la reverencia ante el mundo nuestra especie logrará seguir habitándolo.»

Wendell Berry, (El fuego del fin del mundo)

EVANGELIO DE SAN LUCAS 10, 38-42

VOLVER A MIRAR EL DÍA DE HOY PARA RECONOCER Y AGRADECER


 

EVANGELIO DE SAN LUCAS 10.38-42

ARQUEÓLOGOS DE DIOS

El mundo de la arqueología es apasionante. A veces se encuentran piezas antiguas, enteras, de un gran valor, y parece mentira que hayan permanecido enterradas así durante siglos. Otras veces, los hallazgos se encuentran rotos y fragmentados, y pasa mucho tiempo hasta que se puede recomponer una estatua completa puesto que sus diferentes partes se encuentran a bastante distancia unas de otras. Y, también hay ocasiones en que los hallazgos arqueológicos no están completos, y hay que tratar de reconstruir o imaginar qué es aquello que pudieron ser o representar en su día. Pienso en aquellos fragmentos de mosaico en los que únicamente se intuyen formas de figuras humanas, que los arqueólogos identifican o bien con el «posible» o bien poniéndolas entre signos de interrogación: «posible Diana cazando», «¿san Juan Evangelista?». Otras veces, se trata de pinturas o esculturas muy destruidas y castigadas, hasta el punto de que varios expertos pueden tener opiniones diversas y bien fundadas sobre lo que éstas pudieron representar en su día.

Creo que, con el paso de Dios por nuestra vida, y, por consiguiente, con la búsqueda de su voluntad, nos pasa algo parecido. Puede darse que a veces encontremos la presencia de Dios sin buscarla, puesto que él es soberano y puede manifestarse donde quiera. Pero, el hecho de que encontremos la estatua entera por casualidad en un campo, debe ponernos en movimiento y hacer que comencemos a trabajar, rastreando y buscando a su alrededor. Puesto que, seguro que junto a ella hay también otros muchos fragmentos y piezas que pueden ayudarnos a contextualizar la obra, es decir, a entender por qué y para qué se nos ha manifestado Dios de esa manera.

También puede ocurrir que vayamos encontrando diversas piezas a lo largo de nuestra historia, que, poco a poco, con la paciencia de la fe y el trabajo de la oración y el discernimiento, vayan encajando hasta formar una obra de arte completa. Pero hay que tener en cuenta que, aunque quisiéramos reconstruirlo todo de manera inmediata, lo cierto es que, la mayoría de las veces, esta empresa ocupa años, cuando no toda una vida.

Y, por supuesto, en la vida de fe y de oración es normal encontrarse con fragmentos de mosaicos y piezas que uno no acaba ni de poder identificar ni completar. Sin embargo, al verlos se sabe que se trata de obras valiosas, puesto que son retazos del paso de Dios por nuestra vida. Con ellos se debe orar y discernir siguiendo los consejos del acompañante espiritual, para poder actuar poniéndoles el «posible» o los signos de interrogación a los que me refería anteriormente. Puesto que, ocurre que la mayoría de estos fragmentos a veces no son identificables en esta vida, pero eso no quiere decir que haya que quedarse parados ante ellos, o almacenarlos en un cajón de sastre. Más bien conviene arriesgarse a tratar de identificarlos para así poder llevar a cabo esas intuiciones que Dios está despertando en nosotros a través de ellos, pese a que puedan parecer humanamente torpes o disparatadas.

 

LA PUERTA ESTRECHA

EVANGELIO DE SAN MATEO 13, 47-53

ESCUCHAR DE NUEVO

«Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no la escucha». Así se expresaba Victor Hugo en pleno siglo XIX. El escritor francés, que escribía en sentido metafórico, no podía imaginar que pocos años después el ser humano aprendería a escuchar, en sentido literal, la naturaleza.

En efecto, en la década de 1920, el biólogo esloveno Ivan Regen empezó a estudiar sistemáticamente los sonidos de los insectos y comprobó que podían escuchar y responder a señales acústicas. La nueva disciplina que nació con sus investigaciones recibiría el nombre de bio-acústica. Aunque no se trata solo de insectos. Los murciélagos, los delfines y algunas aves son capaces también de comunicarse y conocer su entorno emitiendo sonidos. De este modo pueden desplazarse con seguridad en ambientes totalmente oscuros. La eco-localización, en la que posteriormente se inspirará el sonar y el radar, permite a estos animales interpretar el eco que producen los objetos a su alrededor, al rebotar el sonido que ellos mismos emiten.

Por desgracia, la contaminación acústica provocada por la actividad humana está transformando el entorno sonoro de muchos animales, y por eso la bioacústica ha evolucionado hacia el estudio del impacto que el ruido tiene en los ecosistemas. En los últimos años, estas técnicas han mostrado que el ruido generado por los barcos, los aviones y los vehículos terrestres tienen graves efectos –en algunos casos letales– en la vida de muchos animales. Por ejemplo, la contaminación acústica provocada por los motores de los barcos puede causar daños auditivos, estrés e incluso la desorientación de algunas ballenas que quedan varadas en la playa hasta morir.

Otra aplicación interesante de la bioacústica es su capacidad para estimar la diversidad biológica (o bio-diversidad) de los ecosistemas de forma rápida, fácil y poco invasiva, es decir, sin necesidad de recolectar ejemplares de las diversas especies. Por ejemplo, instalando micrófonos en un bosque o en un lago, se puede calcular el número de especies presentes, así como el estado de sus poblaciones.

La historia de la bioacústica puede ser aleccionadora en nuestra época porque, en un mundo ruidoso y saturado de imágenes como el nuestro, necesitamos hacer silencio y escuchar atentamente, como hizo Ivan Regen.

Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, nos advirtió de que «el mundo de hoy es en su mayoría un mundo sordo». Y añadió, explicando las causas: «A veces la velocidad del mundo moderno, lo frenético nos impide escuchar bien lo que dice otra persona. Y cuando está a la mitad de su diálogo, ya lo interrumpimos y le queremos contestar cuando todavía no terminó de decir. No hay que perder la capacidad de escucha».

Aunque la advertencia no es nueva, tiene precedentes en la tradición bíblica. Una de las principales plegarias de la religión judía insiste en la importancia de escuchar con atención: «Escucha Israel, el Señor es nuestro Señor, uno es el Señor». El propio Jesús, más tarde, constatará con preocupación que, también en su tiempo, «por más que miran, no ven; por más que escuchan, no oyen».

Hoy, frente al ruido ensordecedor que nos amenaza, podemos tratar de imitar a Francisco de Asís, quien «escuchó la voz de Dios, escuchó la voz del pobre, escuchó la voz del enfermo, escuchó la voz de la naturaleza. Y todo eso lo transforma en un estilo de vida».

La escucha, en definitiva, es un estilo de vida que requiere del hábito del silencio, del recogimiento y del análisis reposado de todo lo escuchado. El ruido, exterior e interior, es una amenaza de la que debemos protegernos. El ruido, que desorienta a las ballenas y confunde a los pájaros, impide también al ser humano escuchar la voz de la naturaleza, del enfermo, del pobre y de Dios.

Si conseguimos hacer silencio, entonces quizás podamos escuchar de nuevo la voz polifónica de la naturaleza y la música del Evangelio.

 

CÚRAME

EVANGELIO DE SAN JUAN 15, 1-8

DIOS NO ES DIOS

-“Mamá, Dios no es Dios”

- “¿Por qué hija?”

-“Porque le pido que me convierta en caballo y no lo hace. ¡Mira!” dice Ester, de cuatro años, cerrando fuertemente los ojos y esperando, al abrirlos, ser su animal preferido (y a la vez, en una espera inconsciente, ser satisfecha por ese Dios que le han dicho que todo lo puede). Y al día siguiente, me decía su madre, intentaba lo mismo pero con un león, aumentando su enfado y su decepción…

La cuestión es cómo hablamos de Dios, cómo les enseñamos a nuestros pequeños a hablarle y, por ende, cómo es nuestra forma de relacionarnos con Él. ¿En qué Dios creo yo? ¿En un Dios que tiene que resolverme el problema cada vez que aparece? Sé que no, pero caigo una y otra vez, cuando me veo envuelta, formulando dame esto o aquello… ¿En qué Dios creo entonces? ¿En un Dios que hace que las situaciones incómodas se esfumen por arte de magia? ¡Por supuesto que tampoco! Pero ahí estoy sorprendiéndome de nuevo deseando que convierta la varita en flor o que saque de la chistera el conejo de la suerte… Que con la cabeza lo sé pero… ahí estoy. Pobre Dios…

Y Antonio, que escuchaba atento a la conversación resolvió:

-“Dile que Dios no le convertirá en caballo, pero sí puede darle fortaleza, ni le convertirá en león, pero sí puede darle su valentía…”

Y Dios sonrió.

-“Mamá, Dios no es Dios”

- “¿Por qué hija?”

-“Porque le pido que me convierta en caballo y no lo hace. ¡Mira!” dice Ester, de cuatro años, cerrando fuertemente los ojos y esperando, al abrirlos, ser su animal preferido (y a la vez, en una espera inconsciente, ser satisfecha por ese Dios que le han dicho que todo lo puede). Y al día siguiente, me decía su madre, intentaba lo mismo pero con un león, aumentando su enfado y su decepción…

La cuestión es cómo hablamos de Dios, cómo les enseñamos a nuestros pequeños a hablarle y, por ende, cómo es nuestra forma de relacionarnos con Él. ¿En qué Dios creo yo? ¿En un Dios que tiene que resolverme el problema cada vez que aparece? Sé que no, pero caigo una y otra vez, cuando me veo envuelta, formulando dame esto o aquello… ¿En qué Dios creo entonces? ¿En un Dios que hace que las situaciones incómodas se esfumen por arte de magia? ¡Por supuesto que tampoco! Pero ahí estoy sorprendiéndome de nuevo deseando que convierta la varita en flor o que saque de la chistera el conejo de la suerte… Que con la cabeza lo sé pero… ahí estoy. Pobre Dios…

Y Antonio, que escuchaba atento a la conversación resolvió:

-“Dile que Dios no le convertirá en caballo, pero sí puede darle fortaleza, ni le convertirá en león, pero sí puede darle su valentía…”

Y Dios sonrió.

 

TE ESPERO JUNTO AL POZO

EVANGELIO DE SAN JUAN 20. 1-2. 11-18

ALGUN DÍA ENTENDEREMOS QUE DIOS ES "ABBÁ"

Debo admitir que me apasiona la mitología clásica, especialmente la griega… ¡Nos dice tanto sobre el ser humano, sobre nuestras miserias, nuestros pecados, nuestra capacidad de sacrificio, nuestra capacidad de heroísmo, nuestras luces y nuestras sombras…! Los mitos nos hablan sobre los comienzos, sobre las cosas que preocupan al ser humano, sobre lo que nos trasciende. En el fondo intentan hablarnos (y explicarnos) sobre el mundo, el hombre y Dios. Recuerdo a un profesor que nos repetía: «el mito no nos habla de lo que ocurrió, nos habla de lo que ocurre».

Los relatos son hermosos y apasionantes: Heracles, Teseo, Orfeo y Eurídice, Perseo y Medusa… Pero también debo reconocer que los mitos nos transmiten una imagen de los dioses en la que aparecen poseyendo todos los defectos humanos (envidia, ira, lujuria, falta de solidaridad, arbitrariedad, 'amiguismo', carácter vengativo…) y pocas de sus virtudes (compasión, dar segundas oportunidades, perdón, empatía, gratuidad…). Multitud de los relatos hacen referencia a venganzas de los dioses ante los 'pecados' humanos: Aracne, Prometeo, Sísifo, Narciso, Ixión… Y los castigos de los dioses son terribles… y para siempre.

Estas últimas semanas, al leer mensajes en las redes sociales, al hojear 'artículos' (que don Mariano José de Larra me perdone por llamar así a alguno de esos escritos) me da la impresión de que algunos piensan que el Dios Padre de Jesús, el Dios que se nos revela en Cristo, es Zeus, Poseidón o Hades.

Es curioso cómo, todavía, demasiadas personas se imaginan que lo que nos espera al final de nuestra vida es un juez con un código debajo del brazo (o con un catecismo) para ver qué hemos hecho bien y qué hemos hecho mal y para ver qué castigo hay que aplicar… ¡Qué ganas, casi morbosas, tienen algunos de que Dios sea un castigador! ¡Con qué mezquino corazón proyectamos, a veces, en Dios nuestra dificultad para perdonar!

Dios no es un castigador, nosotros a veces lo somos. Dios no es un juez implacable, nosotros a veces lo somos. ¡Cuándo entenderemos que Dios no nos quiere porque seamos buenos, nos quiere porque Él es bueno! Dios nos quiere como somos, aunque nos sueña mejores y nos llama e invita a ser cada día más humanos, más buena gente, más solidarios, más libres, más respetuosos, más hermanos.

No creamos a quien nos diga que Dios se ha llevado a nuestros seres queridos. No creamos a quien nos diga que Dios quería esto y que es su voluntad. Y, sobre todo, no olvidemos que Dios está en cada una de nuestras lágrimas, porque nuestro Dios es un Dios que siente pasión por nosotros. No dudemos de que Dios está sufriendo como nosotros y con nosotros. No olvidemos nunca que nuestro Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos. Y que su gloria, su auténtica gloria, es que el ser humano viva.

Dios está en cada cama de hospital, en cada profesional, en cada persona que sufre, en cada persona a la que le dan de alta, en cada policía que nos cuida, en cada persona que limpia, en cada camionero que nos trae lo necesario para seguir adelante, en cada repartidor, en cada familiar que deja a su ser querido a las puertas de urgencias y tiene que irse llorando… Dios está en nuestras cruces sirviendo, consolando sosteniendo, amando… Dios es Padre, Madre, amigo, Hermano, sanitario, limpiador, buen vecino… Dios está en nuestras cruces pero no enviándonoslas, Dios no quiere que el ser humano sufra, no caigamos en esa blasfemia. ¡La gloria de Dios es que el ser humano viva!

No nos salvó ni Zeus, ni Poseidón, ni Hades. Nos salvó Cristo resucitado. Nos salvó el Hijo de Abbá.

 

"SED MISERICORDIOSOS"

EVANGELIO DE SAN MATEO 13, 10-17

SÁLVANOS DE LO QUE NO SALVA

Cierto programa de televisión dedicado al cotilleo y la prensa rosa está experimentando en estos días lo que podría llamarse «el principio del fin». Ha sido un programa que ha gozado ininterrumpidamente de máxima audiencia durante sus 13 años de emisión, pero las audiencias han bajado considerablemente y su cierre parece muy cercano.

La bajada de audiencia, motivo de ruina para los altos cargos de la televisión, es también un gran indicativo de lo que a la gente le apetece ver cuando se sienta ante el televisor. Esto, a su vez, ayuda a tomar el pulso del punto en que estamos como sociedad: qué echamos de menos, qué necesitamos, qué es lo que buscamos que nos ayude a despejarnos de una rutina que tantas veces pesa. Y parece ser que el público no quiere ya más circo. Está harto de que se hable de información cuando lo que quieren decir es «hurgar en la vida de otros y luego contarlo a los demás». Y está harto también de personas que no aportan nada al mundo, un mundo que tanto ha padecido en los últimos tiempos.

A esta bajada de audiencia se suma otro asunto: dicho programa está siendo investigado por la policía por un presunto delito de facilitación de información privada acerca de personas famosas. Información que ha sido adquirida por métodos ilegales que atentan contra el respeto a la vida privada de las personas. ¿La finalidad? Dar contenido al programa. Nada de periodismo de investigación, como nos hacen creer. Más bien robo de secretos que todos tenemos derecho a guardar; asaltos de intimidades sin miramiento ninguno. Un «todo vale con tal de mantenernos en el candelero». Es la demostración del desprendimiento del pudor, el respeto, la ética y la honradez con tal de lograr el fin que se busca. Es la manifestación de que el éxito es lo único que importa, y no el camino que hacemos para llegar hasta él cuando, curiosamente, es dicho camino (y no la meta) lo que nos convierte en personas exitosas. Las decisiones que tomamos, la actitud ante los inconvenientes y cómo tratamos a quienes nos encontramos por el camino son las cosas que nos otorgan esos pequeños y nutritivos triunfos que nos construyen por dentro. Y todo eso tan bueno es lo que nos llevamos, independientemente de que alcancemos la meta o no.

Quizás nos estemos dando cuenta de que nos podemos divertir de otra manera. De que es mejor poner a prueba nuestra cultura jugando con quienes concursan; de que se pasa muy bien viendo un programa familiar; de que queremos informarnos mejor de aquellos temas que de verdad mueven al mundo; de que una buena serie o película pueden ser ventanitas a través de las cuales nos asomemos a realidades que distamos mucho de vivir. Quizás estemos descubriendo que hay un tipo de entretenimiento sano más allá de la tele. O, a lo mejor (ojalá sea así), nos estemos dando cuenta de que hay cosas que no son admisibles, y comenzamos a seleccionar adecuadamente, identificando lo que es bueno de verdad de lo que solo es humo y banalidad.

Ahora que escribo esto, reflexiono acerca de qué es lo que permanece en el tiempo, qué es lo que nunca desaparece. Es la verdad, la belleza, la bondad. Es tu Palabra, Señor. Todo lo que no sea esto, pasará.

DANOS TU PAZ

EVANGELIO DE SAN MATEO 12, 14-21

¿CAUSAS JUASTAS?

Si encontramos una causa común que nos convenza a todos y estemos dispuestos a pelear por ella, ¡menudos somos! No nos para nadie. Lo curioso es que existen muchas causas en las que somos capaces de ponernos de acuerdo rápidamente e ir todos a una: no son épicas ni necesarias, ni siquiera tienen que ser justas, van acompañadas de cierta picardía y consiguen un beneficio que sacia al instante. Un ejemplo es el que narra la noticia a la que pertenece este titular: «Una profesora de Derecho llega tarde al examen y los alumnos buscan una ley para el aprobado general».

Resulta que la profesora apareció con 30 minutos de retraso y los alumnos, mientras esperaban, en vez de ponerse a repasar, se dedicaron a buscar en la ley una norma que dictase que, tras esperar a la docente un tiempo determinado, se les otorgase el aprobado general. Ahí es nada.

Me llamó la atención lo fácil que despertamos la solidaridad para ciertas causas que, en el fondo, son una pillería. Somos así. Nos gusta el camino fácil, y para eso nos agarramos a un clavo ardiendo. Yo también lo veo en mis alumnos. La última vez tuvo como objetivo conseguir que se les devolviera el balón de fútbol para poder jugar durante el recreo, si es que a eso se le puede llamar jugar (a mí me recuerda más a la lucha libre). Vinieron en comitiva a la sala de profesores, convencidos de sus razones y con amnesia sobre los motivos que los llevó a esa situación. Allí no importaba qué había que aprender de la situación de cara a un futuro. Prevalecía lo que les convenía: recuperar el balón cuanto antes y jugar. Ya, si se repetían los motivos que los llevaron al castigo, protestarían de nuevo y vuelta a empezar.

Solemos confundir lo que nos conviene con lo que es justo. Una causa justa va más allá de la persona, tiene vocación de bien común y permanente, y se alimenta de la generosidad y fraternidad de cada uno. Las conveniencias, a mi entender, suelen ser motivos que nos llevan a actuar más mirando por el bien individual (aunque sea un bien compartido por muchos) que por un bien permanente, meditado, consensuado y verdaderamente necesario. En la lucha por esas conveniencias astutas y apresuradas sacamos garra, vociferamos, buscamos la trampa en la ley y confabulamos. La posibilidad de fracasar en el empeño no existe porque las protestas nos avalan, los gritos son altos, la cohesión es fuerte, y la cabezonería lo es más.

El problema de hoy es que creemos que somos merecedores de todo lo que deseamos. Y, normalmente, deseamos lo que creemos que nos conviene y no lo que es conveniente. Esto lleva al convencimiento de que del deseo a la culminación del mismo no hay ningún camino que recorrer, sino solo una catapulta que te transporta de sopetón y al instante. Sin esfuerzo, sin reflexión, sin análisis ni confrontación con uno mismo.

Por cierto, los alumnos de la noticia no lograron su propósito y tuvieron que realizar la prueba. Es lo que tiene la vida, que es más sabia que nosotros y, al final, te coloca en tu sitio. Sin trampa ni cartón. Ella también tiene sus propias conveniencias.

Almudena Colorado

 

VIERNES 15 DE JULIO 2022, "NECESITO DEJARME HACER POR TI"


 

EVANGELIO DE SAN MATEO 12, 1-8

LA NORMALIDAD DEL PRIVILEGIO

Nos parece normal. Desde que nacemos. Nos educan así desde pequeños.

Es normal que tengamos que encajar en un rol de género. Que haya una persona pidiendo en el semáforo por el que paso todos los días. Que asciendan a un varón en vez de a una mujer porque ella se puede quedar embarazada, al estar recién casada.

Es normal que no nos hablemos con otras razas, aunque vivan en el portal de enfrente, o que haya países enteros que nunca vayan a desarrollar una red de agua potable para sus ciudadanos.

Normal es que las trabajadoras domésticas tengan un régimen especial en la Seguridad Social más propio de la esclavitud que de un empleo digno.

Es normal que quien es ama de casa por criar a sus hijos o cualquier otra circunstancia considere que ella no trabaja, cuando trabaja con sus cuidados igual o más que si tuviera un empleo fuera del hogar. Parece normal que escriba ama de casa, en femenino, porque se asume que un varón nunca va a desempeñar ese trabajo.

Normal es que los suicidios sean una realidad invisible en las sociedades ricas.

Normal es que la asistencia buco-dental no esté garantizada para todos, porque la boca y los dientes no son un asunto primordial de salud.

Es normal que en el mismo mar donde me baño se ahoguen personas y que se persiga a quienes tratan de rescatarlos.

Normal es que los políticos no busquen el bien común de las personas y no alcancen acuerdos que mejoren la vida de las personas.

Es normal pelearse por el nombre de cada país, por el sentimiento identitario que cada uno tiene, mientras los servicios básicos son cada vez más precarios.

Es normal que los niños jueguen más con pantallas que con otros niños. Que los jóvenes sepan que les espera un trabajo precario y que fundar una familia sea un sueño cada vez más lejano.

Es normal que haya espacios de la ciudad vetados para determinadas personas por cómo visten.

También es normal que haya mujeres que tienen miedo al volver a casa de noche por determinadas calles.

Es normal vender sabiendo que estás engañando, aunque sean grandes inversiones o ahorros de toda una vida. Lo normal es progresar económicamente caiga quien caiga. Que el mercado preceda a la persona. Lo normal es comprar el último modelo de todo, entre otras cosas porque el móvil de hace dos años es normal que explote solo. Obsolescencia programada, creo que se llama. Es normal que esos minerales que lo forman los hayan obtenido menores.

Es normal que viajando por cualquier autopista haya clubes de prostitución con más de un coche estacionado.

Es normal que el poder sea controlar, decidir, ocupar y no servir.

Es normal que se quemen los bosques, da igual si es en el Amazonas, Siberia, Portugal o California. Y que los océanos se llenen de plásticos.

Es normal no vacunar a unos hijos, tanto como que las farmacéuticas hayan experimentado con seres humanos a costa de su salud. Es normal que haya personas refugiadas y desplazadas.

Es normal que la tierra no sea para todos y que no haya un destino universal de los bienes.

Normal es tirar comida sin ni siquiera cocinarla.

Y que los padres defiendan a sus hijos, incluso cuando saben que el profesor tiene toda la razón y los hechos así lo acreditan.

Es normal que quien ostenta el privilegio quiera mantenerlo. También, que se violente si se pretende cambiar el orden establecido. Como es normal que quien tenga esos privilegios busque que te creas que lo normal es que así continúen las cosas.

Sin embargo, lo normal es, muchas veces, lo anormal.

Buscad el bien, así todo será cada vez más normal.

 

JUEVES 14 de julio 2022, "VENID A MÍ"


 

EVANGELIO DE SAN MATEO 11, 28-30

¿QUÉ LE DAS, QUÉ LE PIDES A LA VIDA?

Cuando veo las ofertas de las universidades por todo el mundo o los progresos en ciencia, la tecnología, lo mucho que ahora se viaja o la cultura tan admirable que mucha gente de mi generación tiene, me da por pensar cómo un mundo tan avanzado, unas personas tan formadas e interesantes pueden no estar acertando en su forma de vida, o cómo es posible que cada vez tengamos más la sensación de que todo esto no es más que “un sálvese quien pueda, no merece la pena tomarse las cosas a pecho, los ideales ya no existen y las utopías son un gran recuerdo de épocas románticas”.

Es fácil encontrarse con personas que antes de los treinta años dirigen una empresa, crean una o son responsables de proyecto emprendedores que afectan a mucha gente y en los que se coloca mucho dinero. Nadie duda de que son capaces de hacerlo, ni ellos mismos. Lo hacen y suelen hacerlo muy bien, hasta el punto de que la empresa no puede vivir sin ellos, les paga grandes sumas y no les permite casi ni tener vacaciones. Pero pasa muy a menudo, que esa misma gente no se ve capaz de… tener pareja, familia, hijos, responsabilidades personales... Eso es muy complicado, no se sienten aptos, no saben hacerlo. Y si lo hacen no suelen ser proyectos que les iluminen como grandes retos, tampoco nadie los envidia por ello ni se les felicita ni se les remunera. Si acaso se les compadece en silencio.

Pensando en cuál es el motivo de esta dicotomía tan grande y tan chocante se me ocurren dos o tres cuestiones. ¿Para qué somos educados? Desde pequeños se nos inculca, aunque no se dice así, que lo importante son las notas no los amigos, ni nuestros padres ni siquiera nosotros mismos, solo se nos pregunta qué tal en el cole y como fueron las notas. ¿Qué entendemos que es triunfar? La respuesta ahora es clara, triunfar es tener dinero, ser conocido y reconocido por ello.

En realidad lo que está en juego es la separación demasiado radical entre personas y profesiones, entre relaciones y proyectos laborales. Y la verdad más simple es que no hay tiempo para todo. El tiempo es un factor clave, y tenemos que elegir cuánto tiempo le dedicamos a las personas, incluido uno mismo y cuanto a la producción y a ocupaciones remuneradas en general. Evidentemente, de todo tendrá que haber en nuestras vidas. La clave es qué es lo prioritario. Podríamos educar para pensar en personas y no en profesionales, en el servicio y no en el trabajo, en la felicidad y no en la realización profesional… Podríamos luchar por ello. Podemos vivirlo. Y, quizás, si cambiamos las prioridades, dejaremos de pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor…

 Raquel Caso

 

SÍGUEME

EVANGELIO DE SAN MATEO 10, 24-33

LOS TIEMPOS DEL VERANO

 Después de un intenso curso, para los que contamos los años acudiendo al calendario escolar, el tiempo de verano nos brinda una oportunidad para profundizar en aspectos de nuestra vida que la actividad diaria, a veces un poco desenfrenada, no nos permite. Las vacaciones pueden ser un momento para acordarnos del relato del Génesis. Dios Padre, después de finalizar su obra y ver que era muy buena, al séptimo día, descansó. Podemos convertir nuestro tiempo estival en ese séptimo día que nos ayuda a contemplar lo realizado durante el año y ver que «ha sido muy bueno».

Quizá, por miedo a caer en la vanagloria, no nos paramos a contemplar lo que hacemos, pero hemos de dar gracias a Dios, no sólo por lo que hacen los demás sino también por lo que nosotros mismos hacemos, porque así contribuimos al plan de Dios. Todos hacemos cosas buenas. El verano puede ser un tiempo para volver la vista atrás y hacer balance del año, comenzando siempre por dar gracias.

Este tiempo que ahora comenzamos nos lleva de la mano a un ritmo distinto. El comienzo puede ser para parar y descansar, recuperar horas de sueño y, sobre todo, recuperar una mirada que vaya más allá de lo inmediato. Esa mirada que nos ayuda a fijarnos en lo bueno de nuestra vida, en tanto bien recibido este año y a lo largo de nuestra vida.

El verano es también tiempo de profundidad. En ese bucear en lo profundo puede ayudarnos la contemplación de la naturaleza. La playa con sus atardeceres, el monte con tanta variedad de vida, el campo que prepara sus frutos para la cosecha… nos hablan de la presencia misteriosa de Dios en su creación.

El verano, si lo vivimos con generosidad, puede ser también tiempo para los reencuentros. Podemos recuperar relaciones con amigos o familiares que las prisas del año han ido erosionando. Una buena conversación por la mañana con un buen café o por la noche mientras compartimos la mesa, son regalos que nos traen este tiempo.

Y el verano, además, puede ser tiempo para reencontrarnos con Dios. Hemos de partir de la máxima ignaciana «buscar y hallar a Dios en todas las cosas» y saber que todo lo anterior podemos vivirlo como búsqueda y relación con el Señor. Sin embargo, podemos encontrar en las vacaciones tiempos privilegiados para la celebración tranquila de la Eucaristía y para la oración personal. Oración que podemos hacer paseando, o contemplando el paisaje, leyendo la Palabra de Dios o en el silencio de nuestra habitación…

El verano es tiempo de reencuentro. Reencuentro con uno mismo, con los amigos y familiares y con el Señor que nos da, un año más, el regalo de parar y cambiar de ritmo. Escuchemos su voz que nos dice también a nosotros: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco» (Mc 6, 31).

VIERNES 8 de julio 2022, "SEREMOS TUS TESTIGOS"


 

EVANGELIO DE SAN MATEO 10, 16-23

CANSADAS DE LA PERFECCIÓN

Vivimos un tiempo de cansancios, de sentirnos agotados con la cotidianeidad, de sentirnos sobrecargados ante las tareas diarias. El burn out, lo que en español llamaríamos «estar quemado», se nos cuela en conversaciones y noticias. Quizás no es más intenso o frecuente que antes. Pero ahora lo reconocemos y le tenemos puesto un nombre.

Me sorprendió, aun así, una noticia reciente sobre el burn out parental. Madres que experimentan un agotamiento muy elevado al llegar el momento de emprender la crianza de los hijos. Y entre las razones que aparecen en el artículo que aborda el estudio, me parece muy relevante aquella que señala a los influencers que presentan una experiencia de maternidad azucarada que poco se parece a la que viven en sus propias carnes.

Las madres que hablan señalan la imagen idílica de la maternidad que han percibido en las redes, de parte de sus influencers favoritas, como causa de la frustración que sobrevino cuando en su experiencia de maternidad quedaba poco tiempo para fotos perfectas, directos maravillosos y ternuras retransmitidas. La falta de sueño, la incertidumbre de la inexperiencia y el cansancio generalizado no quedan igual de bien en redes. Pero es la realidad primera.

Y aquí está el punto que parece que estamos saltándonos y que nos produce ese agotamiento que ya nos parece casi sistémico. Las redes son una ventana a la realidad, pero no son la realidad. Es una obviedad que tenemos que repetirnos. De hecho, son una ventana sesgada, muchas veces edulcorada, o con un interés concreto. No son asépticas ni neutrales. Ni siquiera en las cosas cotidianas. Parece que nos vamos concienciando frente a las fake news del terreno político, económico, social… pero nos queda camino para reconocer las fake news de la cotidianeidad. Las del día a día. Las que, sin intención o con ella, nos muestran una rutina de felicidad, emociones y perfección, donde no tiene cabida el cansancio, las pocas ganas, la torpeza… Todo eso que vivimos en nuestro día a día y nos hace humanos.

Nos cansamos, quizás, de imitar una realidad que no existe. De intentar llegar a un estándar que no es real. Y aunque nada de esto es nuevo, y probablemente no sea la primera vez que lo leas, tenemos que reconocer que nos sigue funcionando. Seguimos buscando esa foto del atardecer perfecto, esas vacaciones de ensueño. Y nos defrauda encontrar turismo masificado, insectos que molestan y precios caros.

Las redes pueden ser maravillosas. Pero una vez más, recordemos sus limitaciones, recordemos que son solo una parte, de hecho, pequeña, de una realidad amplia, compleja, en muchas ocasiones difícil. Pongamos nuestro punto de referencia en otro sitio, no en la perfección fabricada. Nuestro cansancio no nos lo produce nuestra torpeza, lo poco idílico de nuestra familia o la rutina cansada de cada día, nos lo produce mirarnos en un espejo que oculta ese entramado que teje lo cotidiano y que nos hace olvidarnos que existe.

 

IR LIGERO POR LA VIDA, CON UN SOLO EQUIPAJE: EL EVANGELIO


 

EVANGELIO DE SAN MATEO 10, 1-7

EL SITIO DE MI RECREO

 

La mayoría de personas tenemos algún sitio al que queremos volver. Nuestros lugares de ensueño, llenos de memorias y vida. Puede ser una playa, una buena vista, el pueblo de tus abuelos o un cielo estrellado. Sitios con tanto encanto y que nos evocan tantas cosas que nuestra memoria no puede evitar regresar a ellos durante el año, por mucho que el calendario nos impida escaparnos. Escenarios donde los protagonistas somos nosotros y donde están grabados capítulos memorables de nuestra vida y que forman parte de nuestras raíces más profundas.

Cuando llegan las vacaciones, muchos nos reencontramos con esos rincones de nuestra historia. En ellos podemos dormir, estar con los nuestros, hacer deporte, leer, jugar, rezar, salir de fiesta… Verbos que apuntan a una parte de nuestra vida tan necesaria como irrenunciable y que muchas veces olvidamos y no les damos la importancia que tienen. Acciones que nos recuerdan que es necesario frenar un poco para sacar nuestra mejor versión. Momentos que invitan a conversar, querer, agradecer, pensar, imaginar, cuestionarnos e incluso a soñar, porque Dios también trabaja en medio de nuestro descanso.

El verano, para muchos significa tiempo de vacaciones, ojalá podamos apreciar este tiempo como una oportunidad para hacer de nuestra vida algo más pleno, más humano. Y también para recordar que estos lugares son importantes porque un día Dios quiso hablarnos en lo profundo y hacer de estos espacios el escenario de grandes historias. ¿Cuáles son tus lugares? ¿Y cuáles son tus historias?