UNA TÍMIDA MISIÓN
¿De qué iba aquel sueño?
No me acuerdo. Me desperté sintiendo
una tímida misión a este mundo.
Eso es quizá nuestra vida presente:
pocas certezas, tanto interrogante,
falta de seguridad,
precariedad en todo...
La existencia cambiante que llevamos
con el tesoro en vasijas de barro.
Tú nos envías. Mejor dicho: Tú nos traes.
La llamada precede a mi respuesta.
Tú nos equipas con lo necesario:
pizca de amor cargada de energía,
misericordia que lo cambia todo,
cada día una nueva oportunidad.
Me haces saber que estoy aquí para algo.
Sin forzarlo, das un rumbo a mi vida:
una tímida misión a este mundo.
Alberto
Núñez, sj
ESTAMOS DE VACACIONES

Cuando llegan las vacaciones, o unos días de descanso, a todos nos apetece tomar distancia del lugar donde vivimos, trabajamos o estudiamos para zambullirnos en otra realidad para descansar de lo cotidiano.
Durante este periodo, corremos el peligro de convertirlas en una simple huida. Es que acaso, ¿no estoy viviendo mi vida plenamente que tengo que huir de la realidad para buscar lo que anhelo en ella? En estas huidas, podemos convertirnos en coleccionistas de experiencias sin que estas se integren en nuestra vida.
Este es uno de los peligros de las vacaciones y las distintas experiencias que en ellas se pueden dar. No somos un edificio de habitaciones estancas donde vivo distintas realidades en cada una de ellas. Sino un ser integral viviendo una misma realidad que es nuestra vida cambiante y a veces, frenética.
Es necesario tomar distancia de nuestra realidad para descansar, saber dónde estoy y cómo venimos. Es decir, Dios nos invita a descansar en Él para preguntarnos ¿cómo vengo? y ¿qué traigo? a estas vacaciones.
E Ignaciana
ELIGIÓ DOCE...
Y eligió doce.
Cada uno diferente. Cada uno con su nombre propio.
Con sus características, que los hacían singulares,
Muy distintos entre sí. Pero todos unidos por la misma misión de anunciar el Reino.
LoyolaGC
LIGEROS DE EQUIPAJE
Cuántas cosas vamos acumulando en la vida. Memorias, proyectos, historias, objetos, actitudes… Está bien, ¿no? Es señal de vivir, de no quedarte con los brazos cruzados. Pero en parte ocurre como con el armario o las estanterías de la propia habitación. Que como no despejes de vez en cuando terminas sepultado por libros, ropas, objetos varios… Así que, aunque cueste, de vez en cuando toca hacer limpieza general y tirar por la ventana (metafóricamente) todo lo que sobra. Para quedarse con lo importante.
HAY QUE FRENAR
Qué barbaridad. Parece que el tiempo no se estira lo suficiente. No llego, no puedo, no alcanzo, no lo consigo… Ahora clases, luego actividades, grupos, citas, voluntariado, partidillo, gimnasio, mi programa favorito, un cafetín, estudiar, charlar, preparar algo que tengo pendiente, escribir una carta debida desde hace tiempo, leer… A veces la vida va a cámara rápida. Creo que con tal inflación de obligaciones lo que gano en eficacia lo pierdo en calidad de vida y de relaciones, y a veces dudo de si al fin estoy viviendo en la superficie de las cosas por incapacidad de parar.
IGUAL DE BIEN, IGUAL DE MAL
Ya casi hasta en la tienda de la esquina se nos dice que no perdamos la confianza, que sigamos consumiendo y creyendo que esto de la crisis se puede subsanar si tiramos para adelante. Lo único que necesitamos es creer en el sistema y confiar que todo seguirá igual. Igual de bien o igual de mal… decía una canción…Eso de creer que todo seguirá igual, ¿a qué se refiere? ¿Quiere decir igual que en un barrio acomodado de Madrid antes de la crisis?, o ¿igual que en la R.D. del Congo junto a la frontera con Ruanda?, o ¿igual que en el área financiera de Manhattan? o ¿igual que en un pueblito perdido en el corazón de la India?, o ¿igual que mucha gente indocumentada en el Norte malviviendo por un puñado de euros? ¿Igual que dónde…?
CATÓLICOS EN PIE DE PAZ
Estos días en las redes sociales han circulado algunas imágenes de católicos, entre ellos sacerdotes, religiosos y religiosas, detenidos por las autoridades estadounidenses. El motivo sencillo: denunciar la violación de los derechos humanos, la situación deplorable de muchos inmigrantes y las políticas migratorias de la era Trump. Entre las críticas está la queja de que las condiciones son peores que nunca y nadie se responsabiliza de algunas muertes, de las agresiones sexuales que sufren algunas mujeres o de las condiciones insalubres que padecen muchos de ellos, incluidos menores.
DECIR TU NOMBRE, MARÍA
Decir tu nombre,
María,
es decir que la
Pobreza
compra los ojos de
Dios.
Decir tu nombre,
María,
es decir que la
Promesa
sabe a leche de
mujer.
Decir tu nombre,
María,
es decir que nuestra
carne
viste el silencio del
Verbo.
Decir tu nombre,
María,
es decir que el Reino
viene
caminando con la
Historia.
Decir tu nombre,
María,
es decir junto a la
Cruz
y en las llamas del
Espíritu.
Decir tu nombre,
María,
es decir que todo
nombre
puede estar lleno de
Gracia.
Decir tu nombre,
María,
es decir que toda
suerte
puede ser también Su
Pascua.
Decir tu nombre,
María,
es decirte toda
Suya,
Causa de Nuestra
Alegría
Pedro Casaldáliga
JESÚS CAMINA CON NOSOTROS

Jesús, camina con nosotros. Alegrarnos y gozarnos con Cristo resucitado…
Una alegría que nos invita a que no se turbe nuestro corazón (Jn. 14,1). Nuestras vidas pueden estar atravesadas por historias rotas, el vacío de quién se fue, la desesperanza de no encontrar salida a la situación actual. Jesús resucitado sigue siendo el horizonte de esperanza, es Él el camino de humanización que sana las heridas y suscita gestos de solidaridad y compañía.
El es la Verdad que ilumina una nueva forma de vernos, reconstruirnos, ver de forma diferente al otro; es la Vida que nos devuelve el sentido y la alegría de vivir, de comenzar de nuevo, de decirnos: “no somos de la muerte, sino de la vida” de una vida compartida, de un corazón de puertas abiertas y del consuelo para el que lo necesita… así irradiamos la paz y la esperanza que El nos da.
E Ignaciana
SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA
Los misterios del reino se hacen realidad en la historia cotidiana. La comprensión es don de Dios que se da a los sencillos que asumen día a día la práctica de Jesús expresada en las bienaventuranzas. Así lo vivieron Joaquín y Ana, padres de la Virgen María.
SU RECUERDO SIEMPRE VIVO ENTRE NOSOTRAS
Hoy recordamos a María Ana y su legado carismático en estos momentos de reestructuración para ser fieles al carisma recibido de ella y las primeras hermanas.
Quizás nos ayude reflexionar este artículo publicado en la Revista Vida Religiosa,
Tras tres años con Él vuelven a su vida de antes; regresan a pescar como si no hubiera pasado nada.
Cristo pierde el tiempo en buscarles. Se va a Galilea para recuperarles. Todos los que han regresado a su vida anterior son significativos: los hijos de trueno -que decían poder beber del cáliz que Jesús iba a beber-, Pedro -el que le había negado-, Bartolomé -en cuyo pueblo Jesús había convertido el agua en vino-, Tomás -al que se le habían dado las pruebas de los clavos-, y Juan -el que lo relata-.
Cristo se hace presente para liberarles de su pasado. Ellos se habían vuelto a pescar por invitación de Pedro. Un Pedro que todavía andaba con la herida abierta por haber dado la espalda a Jesús. Él, desanimado, desanima a los otros y les hace mirar al pasado.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla. Lo había visto -según el mismo evangelio-, dos veces antes y, sin embargo, no lo descubren porque no lo esperan. Ha quedado en su pasado y ahora Él está en el presente. No lo reconocen… ¿Y yo?
El caso es que el Señor, para volver a centrarlos, les pregunta: -«¿tenéis pescado?» Ellos, como aquella primera mañana en la que fueron invitados a ser pescadores de hombres, tienen que reconocer que no. Y es que el desánimo y la desesperanza no producen nada.
En nuestra vida, cuando abandonamos al Señor pensando que está en el pasado, se hace la noche y la oscuridad. Somos incapaces de percibir nada, de reconocer a nadie. Y por eso, volvemos a las tareas de la vida porque no nos queda otra. Y no hay pescado.
«Es el Señor». Igual que la mañana de Pascua, ante la tumba vacía, es Juan quien lo reconoce. Y de la misma forma, es Pedro el que se lanza hacia Cristo: «se ató la túnica y se echó al agua”. Llama la atención el hecho de que «estaba desnudo» en la barca y se viste para tirarse al agua. Porque uno suele hacer lo contrario: quitarse la ropa para nadar. Pero claro, Pedro estaba desnudo como Adán por el Paraíso tras desobedecer al Creador. Pedro había negado a su Señor y estaba desnudo; a la intemperie. Por eso, al darse cuenta de que Cristo estaba antes Él, se viste, se ciñe, se prepara.
Los demás discípulos se acercaron a la orilla, en la seguridad de la barca remolcando la red con los peces. Porque todos no son Pedro ni Juan: unos ven y otros creen para que los demás aprendamos.
«Jesús les dice: – «Vamos, almorzad,» Y Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado».
Fue la tercera vez. Luego vendrán las tres preguntas a Pedro. A la tercera… la vencida.
Manuel Romero
Quizás nos ayude reflexionar este artículo publicado en la Revista Vida Religiosa,
Tras tres años con Él vuelven a su vida de antes; regresan a pescar como si no hubiera pasado nada.
Cristo pierde el tiempo en buscarles. Se va a Galilea para recuperarles. Todos los que han regresado a su vida anterior son significativos: los hijos de trueno -que decían poder beber del cáliz que Jesús iba a beber-, Pedro -el que le había negado-, Bartolomé -en cuyo pueblo Jesús había convertido el agua en vino-, Tomás -al que se le habían dado las pruebas de los clavos-, y Juan -el que lo relata-.
Cristo se hace presente para liberarles de su pasado. Ellos se habían vuelto a pescar por invitación de Pedro. Un Pedro que todavía andaba con la herida abierta por haber dado la espalda a Jesús. Él, desanimado, desanima a los otros y les hace mirar al pasado.
Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla. Lo había visto -según el mismo evangelio-, dos veces antes y, sin embargo, no lo descubren porque no lo esperan. Ha quedado en su pasado y ahora Él está en el presente. No lo reconocen… ¿Y yo?
El caso es que el Señor, para volver a centrarlos, les pregunta: -«¿tenéis pescado?» Ellos, como aquella primera mañana en la que fueron invitados a ser pescadores de hombres, tienen que reconocer que no. Y es que el desánimo y la desesperanza no producen nada.
En nuestra vida, cuando abandonamos al Señor pensando que está en el pasado, se hace la noche y la oscuridad. Somos incapaces de percibir nada, de reconocer a nadie. Y por eso, volvemos a las tareas de la vida porque no nos queda otra. Y no hay pescado.
«Es el Señor». Igual que la mañana de Pascua, ante la tumba vacía, es Juan quien lo reconoce. Y de la misma forma, es Pedro el que se lanza hacia Cristo: «se ató la túnica y se echó al agua”. Llama la atención el hecho de que «estaba desnudo» en la barca y se viste para tirarse al agua. Porque uno suele hacer lo contrario: quitarse la ropa para nadar. Pero claro, Pedro estaba desnudo como Adán por el Paraíso tras desobedecer al Creador. Pedro había negado a su Señor y estaba desnudo; a la intemperie. Por eso, al darse cuenta de que Cristo estaba antes Él, se viste, se ciñe, se prepara.
Los demás discípulos se acercaron a la orilla, en la seguridad de la barca remolcando la red con los peces. Porque todos no son Pedro ni Juan: unos ven y otros creen para que los demás aprendamos.
«Jesús les dice: – «Vamos, almorzad,» Y Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado».
Fue la tercera vez. Luego vendrán las tres preguntas a Pedro. A la tercera… la vencida.
Manuel Romero
HIMNO AL APOSTOL SANTIAGO
Al celebrar tu memoria,
Santo Apóstol peregrino,
guíanos por el camino
al Pórtico de la Gloria.
¡Santo Apóstol, peregrino,
llévanos tú de la mano
para ir contigo hasta Cristo,
Santiago el Mayor, Santiago!
LA VIDA ES UNA GRACIA

A todos nos toca pasar días difíciles; pero siempre debemos recordar que la vida es una gracia, es el milagro que Dios ha sacado de la nada.
Papa Francisco
QUE NO ME ENGAÑE(N)
Acabo de leer en un artículo preventivo de los peligros del Black Friday la palabra 'discernir'. Y no me he podido aguantar. No voy a ir a la cuestión del contenido, sino a lo que nos puede decir el Black Friday sobre las decisiones si le sentamos a hablar con la espiritualidad ignaciana.
Simplificando mucho: lo que buscamos es que no nos engañen, y, dicho sea de paso, que no nos engañemos (que es ya un paso más).
Empecemos por el tablero de juego: sabemos que estamos expuestos a técnicas de venta, estrategias publicitarias y un largo etc. que apunta a nuestros sentidos, a nuestra forma de vivir. Lo sabemos. Y sabiendo esto, la vida exige que nos pongamos en juego, que decidamos. Pasa parecido en la vida espiritual.
Si soy consciente de esto, ¿cabe el engaño? ¿Cómo es posible que persiguiendo algo aparentemente bueno termine donde no quiero?
Voy a apoyarme en 3 términos 'técnicos' que con ocasión de este día se mencionan en otro artículo (en inglés siempre parecen más serios). Sirven aquí como excusa para repensar desde la espiritualidad la forma desenmascarar engaños a la hora de decidir:
Illusory truth (efecto de la verdad ilusoria): damos por válida una información cuando hemos estado expuestos a ella de forma repetida. Como pasa con los eternos anuncios de descuentos o con tantas cosas que damos por sentadas en general. Igual es bueno que me pregunte si los deseos y necesidades que tengo y siento son míos, o son prestados pero me creo que son míos. ¿Ha tenido Dios algo que decir en esos deseos? ¿Qué deseos son míos, cuáles vienen de Dios y cuáles aparentemente son buenos pero me hacen daño?
Focusing effect (efecto de enfoque): solo vemos un aspecto de la realidad y no su multidimensionalidad. Como pasa cuando solo veo la ganga y doy por válidas cosas que en otro momento dedicaría más tiempo a evaluar, a sopesar. A esto además se le suman las prisas, y por supuesto, ¿cómo voy a desperdiciar el descuento? Lo que tengo delante me impide poner mi decisión en contexto, desaparecen el resto de factores que integran mi vida delante de Dios.
Projection bias (sesgo de proyección): situaciones futuras mal proyectadas afectan a nuestras decisiones ahora. Como pasa cuando quiero comprarme unas zapatillas de correr que utilizaré más adelante (cuando nunca salgo a correr). Así, mi proyección del futuro tiene poco que ver con el presente, pero marca sus decisiones. Si soy yo mi último criterio, probablemente me equivoque. ¿Qué dice Dios de mí ahora?
No se trata de no tomar decisiones para no equivocarse. Tiene que ver con dejar que Dios tenga algo que decir en ellas.
¿POSEER O SER POSEÍDOS?
Vivimos inmersos en una dinámica de consumo basada en desear algo, satisfacer ese deseo, y volver a tener otro deseo para repetir esta secuencia, no hasta la saciedad -que nunca llega- sino hasta el infinito. Si el placer se reduce al paso entre no tener algo y conseguirlo, al efímero instante entre dos deseos, ¿cuándo disfrutamos de lo que tenemos?
Pregunto entre mis amigos si poseen sus bienes materiales o más bien son sus bienes los que les esclavizan. Responden con unanimidad que poseen las cosas y no son poseídos por ellas. Por contextualizar, estoy hablando de una amplia clase media con las necesidades más básicas sobradamente cubiertas. También reconocen la maliciosa facilidad de nuestra sociedad para crear nuevas necesidades. Miro el panorama a mi alrededor y encuentro personas que se pasan días descargando gigabytes de música de internet que nunca van a escuchar; personas que tardan demasiado en olvidar el cabreo por el primer rayón de su coche; personas que se amargan porque un año no pueden salir de vacaciones; personas incapaces de reconciliarse con su clase social aún cuando disponen de muchas cosas superfluas; y conozco algunas familias formadas por dos individuos que tienen cuatro retretes en casa. Me pregunto si cuando uno ve un rayón en su coche es incapaz de recordar que hace no tanto tiempo iba felizmente a estudiar en autobús. Me pregunto si tan difícil es distinguir entre lo necesario y lo prescindible o sustituible –por muy deseable que sea-. Y ya puestos, me pregunto si tan difícil es trazar una línea clara entre gastar y malgastar, entre usar y derrochar, que es la misma línea que separa lo ético y lo indecente. Empezamos absolutizando la propia felicidad para acabar enredados en obsesiones y ansiedades, incapaces de disfrutar de las cosas.
MÍSTICA DE LA AUSTERIDAD
Las miradas profundas son escasas hoy día. No abundan las personas que ven a los ojos, escuchan sin interrumpir o dicen justo aquello que más enriquece y edifique. Claro, si son escasas, entonces urge abrir los ojos, con audacia y ternura. Y esparcir ese aroma y fuego por donde nuestros pasos desplieguen su ritmo.
Si vemos con profundidad nos daremos cuenta de que tenemos asiento en el frenético tren del consumo, la superficialidad de la imagen y la exuberancia del poseer. Máscaras van y vienen: seres plásticos, líquidos y efímeros. Sí, asistimos a la emergencia de nuevas versiones de lo humano: ciborgs plastificados, inflados por siliconas, con pieles estiradas por la toxina botulínica, vestidos con telas costosísimas y expertos en “perfumar” la realidad. Se hace legítimo que el socialmente aceptado es el que más superficial sea, desinteresado, desencarnado, apático, soberbio, codicioso, falso, arribista, lobista. Desfilan cuerpos desteñidos de tanto maquillaje, y muchos son esclavos del laberinto sin salida de las marcas. Solo son si tienen el sello de la Alta Costura. Pareciera que las sensibilidades están cautivas, viciadas, adormiladas por el bombardeo sórdido de estos “productores de felicidad”.
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